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E. BOTERO T.

sábado, 26 de noviembre de 2011

DE LA HOZ Y EL MARTILLO A LA CRUZ IV: JAVIER NAVARRO




Señor Ballesteros:

Veo con muy buenos ojos que usted traiga el tema de la espiritualidad a este pequeño intercambio de pareceres suscitado por el mensaje que Eduardo nos ha dirgido. Es además un tema que se puso de moda en un espacio de reflexión que lo tenía ciertamente marginado. Primero Michel Foucault y luego y tras él, Jean Allouch, hacen de la espiritualidad una “práctica” insoslayable.

Presiento que su conocimiento de la historia del término y de la evolución de esa práctica, por lo que leo en su mensaje, es de vieja data. No pretendo, por tanto, enseñarle nada sobre ella sino intercambiar algunas ideas. Por el contrario, creo que usted tiene mucho que decirnos al respecto.


Allouch recupera la expresión para el psicoanálisis señalando siempre que, aunque marginal y como olvidada, esta búsqueda de espiritualidad y la noción misma, aparecen tanto en Freud como en Lacan. En Freud bajo el nombre alemán de Geistätigkeit. Por su parte, sostiene Allouch,nunca jamás Lacan menciona la espiritualidad en términos que, por mínimos que sean, la condenarían. Y continúa: “Suele, ocasionalmente, mofarse de la filosofía, puede burlarse de la religión, invalidar los efectos de la ciencia, despreciar las pretensiones de la historia; sin embargo, no se encuentra en él la menor huella de algo en contra de la espiritualidad. Lacan no evoca ni habla de la espiritualidad más que en términos laudatorios. La espiritualidad le agrada, y no como a algunos hoy en día, que, desviados sobre esta cuestión de la espiritualidad por su cristianismo latente, desconfían como de la peste de esta espiritualidad que aborrecen, al grado de que esta desconfianza viene a marcar con su impronta al psicoanálisis, haciendo —en contrapunto, reactivamente y sin saberlo— del psicoanálisis un psi-ritual, una psi-ritualidad(psiritualité). « Psi-ritualización » es el verdadero nombre de lo que ellos llaman « psicoanálisis ». Por lo mismo, Lacan lo habrá precisado (¿en vano?): el ejercicio psicoanalítico no es el rito del inconsciente. No es mera fantasía si en algunas ocasiones habla de la práctica analítica como un ejercicio y no como un rito”. Espiritualidad no cristianizada cuya definición recibió Allouch de Foucault quien llama espiritualidad a “la búsqueda, la práctica, la experiencia a través de las cuáles un sujeto opera sobre sí mismo las transformaciones necesarias para tener acceso a la verdad”

No m e extiendo en la serie de interesantes interrogantes que esta definición foucaultiana (y la adhesión de Allouch) suscita. Una primera pregunta surge de lo denominado “si mismo”. ¿Qué puede querer decir, pues, para el psicoanálisis (como para Rimbaud), “yo es otro?”. Así que ese tener acceso a la “verdad” (otra noción complicada), no puede ser un llamado de Allouch al “autoanálisis”, cosa que el psicoanálisis señala que no existe. El cuidado de sí pasa por el rodeo del Otro.

En lo que no puedo seguirlo es en su anhelo perentorio de que la oposición entre derecha y izquierda se acabe. Porque tal oposición es un hecho político que pertenece a la realidad efectiva, y yo no lo puedo inventar y usted no puede hacerlo desaparecer. Es un hecho duro y crudo con el que hay que contar: se trata de la instalación en el mundo social del sujeto político. Es una posición independiente de la voluntad que no puede hacerse desaparecer por arte de birlibirloque. El apego a los beneficios sociales alcanzados nos hace tender al conservadurismo, y dado el caso en que esos beneficios (que pueden implicar injusticias para otros) se diefiendan con argumentos (o sin ellos) y posiciones rígidas, inmodificables y, en la mayoría de las veces, combativas, nos encontramos con lo que en política se denomina derecha. Que, por lógica, pone al combatido (a su vez combatiente), en la izquierda. Sabemos que hay matices entre estas posturas políticas, pero no dejan de ser por ello, férreas, tenaces, ineludibles. Constituyen, pues, el combustible de la actividad política. Por tanto, tampoco puedo seguirlo cuando sostiene que “política es el arte de convivir”. No. La política es la lucha de las masas por la emancipación y contra la injusticia, con las cuales no podemos convivir. Otra cosa es la administración de lo político, la administación gubernativa, esa sí un verdadero arte, pero, de disimular las diferencias y las iniquidades. Usted también parece entenderlo así cuando supone la existencia de “un entorno dado pero no inmutable, transformable por la actividad de los hombres y de los grupos humanos, sin destructividad pero no sin rebelión; es decir, con la capacidad de decir NO a lo que se opone a las necesidades y al respeto a la vida individual y colectiva, esto permite el SI , el "verdadero si"". (declaración de principios 2-8); ¿cómo decir NO, sin que haya quienes que se consideran perjudicados digan a su vez NO a ese NO? Pues bien, los que están de lado de que las cosas sigan como están son derechistas y de rebote, los que  quieren que las cosas cambien, izquierdistas. No verlo así, es considerar que es nuestro deseo el que rige las leyes de la historia. A tal postura, no sin razon, se la llama voluntarismo.

Gracias por permitirme, con su mensaje decir estas cosas, quizás con un poco más de énfasis del que quisiera.

Hasta pronto,

Javier

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