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E. BOTERO T.

martes, 25 de enero de 2011

PRIMERA CONSULTA






Por Miguel Angel de Boer


Entró despacio, arrastrando los pies, o mas bien la vida. Si bien los hombros parecían hundirse en el tronco, agobiados, tenía la cabeza erguida y su mirada, aunque cansada, conservaba un brillo peculiar. Como venía acompañada permaneció callada, dejando que su familiar describiera los síntomas por los que la traían a la consulta. Había intentado suicidarse varias veces cortándose las venas doctor imagínese para nosotros lo que es andar esperando encontrarla así tirada en el piso ensangrentada como la encontramos la última vez por lo que la ansiedad y la angustia predominaban durante el relato. Y no solo eso, también cuando puede toma medicamentos de todo tipo o los mezcla, sobre todo los psicofármacos. Y antes tomaba alcohol. Ahora por suerte hace tiempo que lo dejó. En tanto ella seguía en silencio, con esa indiferencia propia de quien ya se encuentra en un deterioropensé, aunque de tanto en tanto nos observaba con interés aunque ajena a la situación. Y esto viene desde hace mucho y ya no sabemos que hacer con mi familia no se si entiende doctor. Cada tanto intercambiábamos una mirada y tuve la impresión de que por momentos entrábamos en un contacto distinto. Al cabo de un rato, agotada ya la descripción y la tensión acumulada por tanto tiempo, me dirigí a ella y le pregunté y porqué quiso hacer lo que hizo con tanta insistencia sin muchas esperanzas de que me respondiera. Para mi sorpresa, como si estuviera esperando la oportunidad de hablar desde hacía vaya a saber cuanto tiempo, me dijo en un tono entre acongojado y enojoso, como quien reclama un derecho indispensable que no le fue concedido a tiempo: es que ya no quiero vivir mas doctor, estoy cansada, podrida de vivir me entiende. Me imagino le dije, con tantos años vividos y las cosas que debe haber sufrido, no es para menos. No son los años sino como usted dice lo que me tocó vivir me respondió, como saliendo de un letargo en el que se había sumergido arbitrariamente. Usted sabe todo lo que viví preguntó, sabiendo que yo lo ignoraba. Cuénteme le dije y ella, también sorprendida por la posibilidad de una conversación que seguramente le había resultado impensable, prosiguió con el relato. Mire a mi me pasaron tantas cosas que ya ni me acuerdo. Sabe que tuve que cuidar a mi padre enfermo durante muchos años. Se murió hace poco y para mi fue un dolor y un alivio porque ya no daba mas. Pero eso no es todo porque hacia no muchos años atrás también se había muerto mi marido, también enfermo. Y miré que yo no estaba bien. Pero eso me deprimió más, porque me quedé mas sola. Digo mas porque yo ya estaba deprimida desde hace mucho tiempo por cosas que me pasaron. Bueno, pero le sigo contando, porque esto no fue todo. Todo esto hizo que me enfermara, que no comiera ni durmiera bien, y por eso me caí y me fracturé. Bueno pero eso no me importa. Yo no quiero seguir viviendo. No es para menos le dije. Con solo alguna de las cosas que le pasaron, alcanza y sobra para sentirse así, agregué. Ella me miró con mayor profundidad, tomó aire y, en tanto yo observaba las arrugas de su rostro y de sus manos tan llenas de historia pensé , como si agregara apenas un detalle, un dato mas a lo que ya había transmitido me dijo: usted no sabe porque digo que hay más doctor, porque a mi se me murió un hijo. Bueno no murió, lo mataron. Mas sorprendido de lo que estaba le dije no me diga, y como fue que lo mataron. Y ella continuó ya en un tono distinto, con esa voz pétrea con que se intenta transmitir lo indescriptible: fue durante la dictadura. La dictadura lo mató. Vio cuando dieron el golpe los militares en el 76. Ahí lo mataron. Tratando ahora yo de tomar aire no pude menos que preguntarle y como fue que lo mataron, en donde pasó. Y ella ya instalada en el carril de la naturalización del dolor insoportable e incomprensible me dijo: bueno yo digo que lo mataron, porque no lo vimos mas. Porque está desaparecido. Lo desaparecieron vio. No supimos mas. Por eso digo que lo mataron, entiende doctor. Entiendo le dije, atravesado por el dolor y, otra vez, el espanto, no solo de lo que me estaba diciendo sino, otra vez, de lo que me pudo haber ocurrido. Por eso doctor no quiero vivir mas, estoy cansada, muy cansada reiteró ya con el tono de voz mas bajo, agotado en intensidad y emoción. Tras unos segundos en silencio solo atiné a decirle que vamos a ver si podemos ayudarla a estar un poco mejor así al menos puede descansar mejor, que le parece. Bien me parece me dijo. Eso si, agregué, espero que no vuelva a hacer lo que intentó hacer otras vecesAh dijo, reaccionando a mi pedido, no se preocupe que no creo que vuelva a hacerlo. Si ya lo hice varias veces y no me pude morir es que Dios no quiere que sea de esa manera, no le parece? Me parece le respondí, mas deseándolo con todo mi corazón que convencido de que su decisión interna fuera la misma que la expresaba verbalmente.


Como tenía que seguir atendiendo a otros pacientes , extendí la receta y luego de dar algunas recomendaciones me despedí y , también para mi sorpresa, me abrazó con fuerza y ternura, esas que suelen acompañar al alivio y la gratitud mas sincera.


Y, aunque aún tenía un largo día de trabajo por delante, sentí que por hoy con esto ya sería suficiente.

Miguel Angel de Boer


TOMADO CON AUTORIZACIÓN DE SU AUTOR DE: http://lasbabasdelangel.blogspot.com/

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