Eduardo Botero T.
Me impresioné con la película LA CARA OCULTA cuando ya había transcurrido cierto tiempo, hasta la parte en que la alemana, dueña de la casa, revela a Belén el secreto de la construcción hecha por su marido Nazi. Una jugada femenina para probar el amor de Adrián se convierte en una condena al encierro del que solamente podrá salir cuando Fabiana, torpemente, ingrese a la caleta y quede ella misma condenada…
Al principio sentí un sabor amargo, estuve a punto de dejar la película y marcharme a la cama en busca de sueños.
En realidad esa misma noche tuve uno que olvidé al día siguiente aunque me dejó una especie de iluminación súbita: “incesto entre la madre y la hija”, pensé y me levanté entusiasmado a comenzar el día. Nunca me tumbo en la cama no más que para descansar, me gusta tener sueños, me gusta recordarlos y me gusta analizarlos. Siento que cada ser humano cuenta con su específica sala de cine incorporada y que es un escritor en ciernes cuando narra a otro el sueño que haya tenido. Por supuesto, debe apreciar el hecho mismo de soñar como quien aprecia su vida. Suelen ser simultáneos el desprecio por la vida y el desprecio por los sueños o, al menos, acostumbran ser anodinas las vidas que desprecian los sueños y nada más parecido a la muerte que una vida anodina.
La película cuenta una historia, el extravío y el hallazgo del objeto amoroso que Adrián, el director de filarmónica, pierde y encuentra en el dos por tres de su estadía en la casa que perteneció a un nazi, ya fallecido y que su viuda alquila. No cuenta más. Es solamente eso: Belén, enterada por la viuda de la construcción de una caleta por parte de un marido que temía ser detenido como tantos colegas suyos lo han sido en Suramérica, cree que le puede servir para causar un poco de sufrimiento a su amante a quien descubre engañándola con la violinista de la filarmónica. Se esconderá para que él sienta que la ha perdido, no más por un tiempo prudencial. Pero olvida entrar con la llave que da acceso al búnker y queda condenada al encierro. Luego llega Fabiana, a quien Adrián ha conocido en el bar donde se refugia para embriagar el duelo por la desaparición de Belén. Belén es testigo del nuevo amor de Adrián pero sus gritos no son audibles, solamente Fabiana alcanza a escuchar algo que con sarcasmo Adrián llama un fantasma. Sin embargo Fabiana no cesa de investigar la procedencia de los ruidos que son audibles a través del desagüe del lavamanos. Y encuentra la llave, descubre que es Belén la que se encuentra encerrada y la que emite esos ruidos desde su encierro. Pero se niega a auxiliarla sabiendo que de hacerlo ella perderá a Adrián que volverá con Belén. Hasta que recibe unas fotos que muestran a Adrián en sus encuentros amorosos con la violinista de la filarmónica y decide abrir el búnker siendo sorprendida por Belén quien la golpea dejándola en el encierro.
No se puede eludir el asunto que la película revela. No me interesa dar testimonio de que logro adivinar una intención de los escritores del guión (Andrés Baiz y Hatem Khraiche Ruiz-Zorrilla) y de los dueños de la idea original (Hatem Khraiche Ruiz-Zorrilla y Arturo Infante). Como público puedo expresar mi lectura independientemente de que ella tenga que coincidir con la intencionalidad de quienes hacen la película. El acontecimiento nazi permanece vivo en la memoria (arquitectura) de la casa y continúa produciendo víctimas, esta vez no por acción de sus hornos crematorios sino de los refugios construidos para eludir la acción de la justicia.