Por Eduardo Botero T.
“Entonces el Patrón le mandó la muerte…”
(Declaración de un lugarteniente de
Pablo Escobar en entrevista radial).
Mandar
la muerte… que los puntos resuenen con el suspenso. Otras expresiones (ordenó
matar, lo mató, etc.) no dan a entender que quien habla supone una relación de
su patrón con la muerte, una relación de sumisión de “la muerte” con el
Patrón. Queda en evidencia la relación
del lugarteniente con este, la de un feligrés a las órdenes directas de una
divinidad.
Obediencia ciega, obediencia
suprema, el Amo reclama que la inhibición de toda rebeldía, de toda capacidad
crítica, se haya logrado. “Para matón,
matón y medio…” es proclama implícita
que asegura, disuasivamente, la adhesión del mensajero.
Ambos, patrón y lugarteniente,
llevan consigo la muerte, el primero la domina según pensar y decir del segundo,
que apenas la porta. Ambos comparten la
decisión de matar de tal modo que cualquier titubeo dejaría entrever, a través
de esta fisura, los límites del dominio.
Una prueba de fidelidad marca el pacto cuando el patrón ordena al
lugarteniente matar a la mujer que ama.
El patrón le manda la muerte a la amante del lugarteniente con el
lugarteniente mismo. Ambos portan la
valorización de la ciega obediencia, de la indispensable sumisión
absoluta. Ambos son, ellos mismos, la
muerte, esa que a nadie evita, esa de la que nadie puede librarse. El imperativo invicto por excelencia.
2.
Es probable que lugarteniente y
patrón compartan también orígenes, formas de crianza, relaciones singulares con
sus respectivos ancestros. Un profundo
odio a la pobreza material, por ejemplo, hace parte del texto entregado como
legado: “haga plata mijo honradamente y, si no lo ve la gente, haga plata mijo.”