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E. BOTERO T.

miércoles, 10 de noviembre de 2010

NUESTROS JÓVENES: NOSOTROS MISMOS VII

DE MOTIVACIONES FILICIDAS Y OTROS ESCÁNDALOS

No cesan de revelarse noticias acerca de la muerte de jóvenes en todo el territorio nacional.  La muerte, cual pedófila, se ensaña en poseerlos.  Habrá aprendido del estilo de vida de sus brujos, de sus augures, que la han escriturado para sí.  El ensañamiento no discrimina en localidades aunque si muestra una cierta preferencia por jóvenes de sectores populares. 


Ahora le tocó a la clase media.  Un concejal del municipio de Buga, Valle del Cauca, y un funcionario de la Secretaría de Hacienda del mismo municipio, han sido acusados del asesinato de un joven de 19 años, hijo del segundo, cometido, según los investigadores policiales, con el fin de cobrar un seguro de vida del joven. 


Cuando leí la noticia vino a mi memoria la afirmación que se escucha en muchos ambientes, sobre todo en los escolares: “Los hijos son una inversión”. 


Afirmación que no parece generar reparos ni críticas, muy acorde con estos tiempos en los que todo connato de consideración afectuosa puede pasar por síntoma de nerdaje y de bobería cavernaria.


El Valle del Cauca y otras regiones del país han conocido la práctica de comprar seguros de vida a nombre de mendigos para luego asesinarlos y cobrar, después, el seguro de vida.  Se desconocía, o por lo menos para mí era desconocida, esta modalidad de asegurar hijos para después asesinarlos.  (Escribo “modalidad” sin reparos, porque no nos demoraremos en enterarnos de que no se trata de una práctica excepcional, sino que ella tampoco cesa de repetirse como otras prácticas criminales).


Como siempre, la literatura perfilaba esta realidad, de ello es testigo el cuento de Winston Espejo, ganador del concurso nacional de cuento promovido por RCN el año pasado, donde se narran los pormenores de una acción promovida por un tal Abraham, involucrado con su hijo en una banda mafiosa, y que lleva a cabo la orden perentoria de su Patrón, la de asesinar al   hijo de aquel para salvar la propia vida.  Como narrativa de lo antiguo, el mismo relato del Testamento, Abraham sacrificando a Isaac, es otra prueba.  Y del Nuevo, el envío del Hijo al sacrificio, como manifiesto deseo de su Padre. 


El fracaso del acatamiento del 5º mandamiento de la Ley de Dios, es tan evidente como el de la lucha contra la erradicación de la producción y el consumo de sustancias ilegales.  Una potencia superior a la que comandaría el deseo expreso por prohibir y lograr el acatamiento de sus normas.  Una potencia capaz de hacer notar y legitimar el acto del filicidio por puro interés económico.


De vieja data rememoro: 


lo que me narraban familiares de pacientes drogadictos que recibían la oferta de liquidar a sus parientes enfermos a cambio de una determinada suma de dinero; 

los familiares que reclamaban indemnización por la muerte de sus hijos caídos cuando cometían asaltos bancarios y los hacían pasar como caídos por acción de grupos armados en medio del conflicto; 

los abogados que fabricaban historias de vida de persecución política para conseguir el asilo político de sus clientes a cambio de sumas de dinero de tal monto que estos vendían todas sus propiedades para pagar; 

las señoras autodenominadas “de sociedad” que educaban a sus hijas con la misión expresa de casarlas con algún autodenominado “duro” del hampa; 

las que prostituyen a sus pequeñas hijas; 

los que, validos de su posición de poder aprovechan para abusar de menores; 

los que contrataron a un mercenario como Yair Klein para refundar la patria dejando el reguero de asesinatos, desapariciones y desplazamiento que conocemos; 

las reputadas damas que, al servicio del gangsterismo internacional colocan chicas en el exterior y las someten a vejámenes de todo tipo;  

los amorosos padres que, validos de su poder, aúpan a sus hijos para que se hagan a maravillosas ganancias mediante el fraude y la persecución despiadada contra los débiles recicladores de basura; 

los encargados de contratar asesinatos de indefensos para hacerse, con toda la tecnología de punta costosa e indispensable, a los órganos que serán colocados en el circuito de mercancías del tráfico de órganos para trasplantes; 

las personas que instruyen a los niños para que declaren en contra de sus padres biológicos, todo con el fin de proteger al verdadero abusador de ellos, pero de quien se depende en este momento económicamente; 

las campañas de publicidad que representan a los clientes como perfectos idiotas susceptibles siempre de ser engañados con impunidad absoluta; 

los autodenominados padres de la patria que se enriquecen con el negocio de fármacos indispensables para salvar la vida de pacientes diagnosticados con cáncer…


La mitología difiere al respecto del filicidio.  Edipo y Jesús comparten la historia de un par de hijos que son enviados al sacrificio con la anuencia de sus padres. Ambos reclaman su condición de reyes. Con Moisés hay variación: su madre lo deja en una cesta que será recogida más adelante por una hermana suya que trabaja al servicio de aquella princesa egipcia que lo tomará para sí y la cual será aconsejada por su nana para que contrate los servicios de una madre nodriza, que será la misma madre biológica de Moisés.


Más allá del escándalo que ya sabemos está al servicio de la compulsión a la repetición, deberíamos restablecer la obligación de luchar por la restitución de la dignidad humana, sabiendo que la muerte de uno de nosotros mata territorios afectivos extensos de nosotros mismos.  Que quedarnos en el simple escándalo será la mejor manera de quedar presas de una promesa de repetición al servicio de lo peor que nos constituye, ese siniestro placer morboso que se pavonea por los libretos de los noticieros de radio, prensa y televisión. 


 










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