DÍA PRIMERO (SÁBADO 9 DE JULIO/2011)
Como en alguna de tus canciones, la muerte ideal que sea un sábado. Conocedor de gustos refinados, compartías el tuyo por el mejor día de la semana, el sábado, ese que deriva la calidad de su frescura del simple hecho de que al día siguiente es el asueto, el domingo, la posibilidad de estirar el tiempo en la cama y la pereza en el día. Sin edad, sin porvenir, ni de aquí ni de allá: el espacio copado por la alianza entre hampa y funcionarios oficiales sindicó como imprudente tu paso hacia el aeropuerto guatemalteco. Es la lógica de todo campo de concentración.
Dios no está hecho para probar que es eficaz protegiendo a las buenas almas. Dios es un producto que apenas sí unos pocos ahora definen importante. Para protegerte de la muerte infame no sirvió el dios que fabricaste. Pero el tuyo no era el mismo de los poderosos, el tuyo era uno capaz de reconocerse impotente, finito y menor. Si lo avistaste fue en los desvalidos, en los desarraigados, en los perdedores.
Esta tu última canción que es el silencio. Segundo argentino bueno que muere lejos de casa y en condiciones de indefensión frente al victimario. Tu cuerpo, tendido en aquel vestíbulo sin decorado de la estación del cuerpo de bomberos, me recordó el cadáver yaciente y expresivo en una escuela boliviana de finales de los 60. Tu muerte no es seca, Facundo: ni lacrimosa. Incita a apretar los puños. ¿Cuánto tiempo se toma un intelectual en aprender a manejar un arma? ¿Y cuánto tiempo se toma un burócrata perverso en aprender a pensar? Esta desproporción de las dos temporalidades siempre será alimento para la esperanza…
No hay comentarios:
Publicar un comentario