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E. BOTERO T.

viernes, 11 de febrero de 2011

"CONFIDENCIAL" MINISERIE NACIONAL








"Jorge le cuenta a su esposa que tuvo un romance con Carmen mientras estuvo secuestrado, pero Ángela se empeña en seguir ocultando su traición. Pedro busca la manera de aliviar sus penas de amor."


DESPUÉS DE LA LIBERACIÓN, EL DOLOR


A propósito de la miniserie “CONFIDENCIAL” del canal Caracol


Eduardo Botero Toro



Lo liberaron y entonces se dio de bruces con que lo que le había servido como refugio durante doce largos años de secuestro, ahora, en la libertad, se convertía en su condena.  En el secuestro resulta fútil preguntarse si uno se enamora o no: ya se tiene bastante con pagar condena sin haber sido sometido a juicio, descubrirse ficha de un macabro juego de intereses en pugna en el que a lo mejor se tuvo algún grado de participación, verse reducido a cumplir con las órdenes proferidas por carceleros provistos de una capacidad de odio fríamente ejercida y calculada.



Todo lo que un secuestrado vive en cautiverio, lo que un individuo que es usado por un grupo para presionar la consecución de beneficios de la contraparte debe soportar durante largos e interminables años, debería ser suficiente como para hacernos comprensivos con respecto de aquellas decisiones que toma para hacer llevadera la reducción de su existencia a la mera supervivencia. 


Y, de contera, lo que menos  espera el secuestrado con la liberación es quedar instalado en el centro de un escándalo que lo censura por lo que hizo con su vida sentimental durante el cautiverio. Y, posiblemente, mucho menos enterarse de lo que su compañera sentimental pudo haber hecho en los largos años de la espera.


Se esperaría, digo, que fuésemos más comprensivos.  Pero no es así: el escándalo pareciera cumplir una misión, la de convertirnos en conciencias morales exaltadas capaces de reemplazar la reflexión con el vituperio y la denigración hacia  los implicados. En el circuito del intercambio de mercancías, el escándalo parece ser el oro de esa nueva presentación de la mercancía conocida con el nombre de “servicio”, en este caso el de noticias. 


Ya hay vituperio y denigración en la locución de la noticia, en las palabras de expertos que son invitados a profundizar en el escándalo y en las declaraciones tomadas a las gentes, en las calles, con el fin de redondear el servicio informativo que se propaga con el propósito de incrementar las ventas de la empresa que lo difunde. 


Todo esto habla de muchas cosas al tiempo, selecciono unas cuantas.


Habla en primer lugar del fracaso de la educación con respecto de la represión sexual. Como novicias exaltadas de un convento denominado sistema capitalista, los pregoneros del escándalo (paparazzi, presentadoras y presentadores de noticiero, redactores, etc.), siempre obsecuentes con los fines de la causa divina, la censura de la conducta de los implicados muestra lo profundamente afectados que se encuentran por la represión sexual quienes, habiendo hecho estudios de pre y de post-grado, deberían dar testimonio de haber sido tomados por la cultura y por el conocimiento.  Puesto en circulación el libreto de esa represión sexual, llama la atención la magnitud de la audiencia que logra y, con ella, la perversidad de un sistema que con tal de preservar los principios de la libre empresa, es capaz de sacrificar a aquellos mismos que han dedicado sus vidas a defenderlo. 


Y esto es de lo que debe hablarse en segundo lugar. De una orfandad de conciencia por parte de quienes obnubilados por las pingües ganancias que les produce la difusión del escándalo, ignoran que ese modo de proceder se convertirá en aquello mismo que sepultará toda posibilidad de perpetuar las condiciones necesarias para la sostenibilidad de sus negocios.  Es como si la balanza entre la conciencia en sí y la conciencia para sí, se inclinara exclusivamente en beneficio de la primera amenazando con que la segunda evolucione de la liviandad a la desaparición.  Quienes por una parte son exaltados como héroes de la patria simultáneamente son puestos en la picota pública acusados de conductas referidas a su vida sentimental. 


En tercer lugar, pareciera homologarse el ejercicio “libre” de la sexualidad entre adultos con las conductas criminales de los abusadores sexuales de infantes. Es como si se construyera el artificio, el espejismo, de que a unos y a otros se les acusa del mismo acto criminal. Se olvida que la connotación del segundo tiene que ver más con el abuso que con el sexo, con la perversión que con la libertad sexual.  Pero el escándalo y sus libretos no reparan en una diferencia que borran como siguiendo la recomendación impositiva de una conciencia frígida y suprema que ha hecho de la renuncia absoluta a la sexualidad el mérito suficiente y necesario para ejercer el dominio sobre los otros. 


Esto nos obliga a cuestionar la idea de un Amo de carne y hueso, particular y singular dotado de nombre propio. Como si en cada uno de nosotros anidara su representación, firme y activa, haciendo que nuestras reacciones se acoplen perfectamente con las de quienes difunden el escándalo.  Colocados en diversos puntos de una estructura llamada sistema, a unos la incitación de la representación del Amo que portan los coloca en el lugar de la producción de la mercancía y a otros en sus consumidores obsecuentes y acríticos. 


La vida sexual de los secuestrados y de sus cónyuges debiera concitarnos a la práctica de una prudencia comprensiva.  Frágil e ingenua posición de una resistencia a dejarse tragar de esta canibalística manera de vivir en la que nos convierte un sistema que se auto-replica mediante la promoción del vituperio y el escándalo que toma por blanco a aquellos mismos que, para otros propósitos, exalta como héroes. Al fin y al cabo la caridad es la última estrategia del marketing capitalista que la ha incorporado como forma de hacernos creer en la inmanencia de su bondad. 


El fracaso de la educación… eso es lo que debería asombrarnos.

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