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E. BOTERO T.

sábado, 11 de diciembre de 2010

NUESTROS MACRI








Piedad Córdoba corre peligro, su vida corre peligro en Colombia.  Una revulsiva mezcla de racismo, machismo y sectarismo se encarna en personajes de toda clase que saben ejercer la intimidación, la amenaza a través de toda clase de improperios acompañados por desafinadas rechiflas.  Se la sindica de toda clase de cosas unas de ellas sorprendentemente consideradas delito: por ejemplo la amistad, la amistad con Hugo Chávez Frías, el “nuevo mejor amigo” del Presidente Juan Manuel Santos.  Otras, peores: sus gestiones en pro de la liberación de secuestrados que exigen llevar a cabo contactos con sus captores. 


Por debajo, en los entresijos, sotto voce: es mujer y, peor aun, negra.  Toda aquella letra que promete mejor futuro para quien sepa aprovechar la educación y que, se supone, es signo característico  de la movilidad social en nuestra cultura, revela aquí, en este caso, ser vulgar y simple bazofia propia de la retórica de unas élites misóginas, racistas, xenófobas y alegremente servidoras de la idea de la pureza de una raza. 


Esas élites fabrican los conceptos con que definen su propio estado y el de los demás: “Estratos superiores”, “estratos inferiores”, “privilegiados”, “los menos favorecidos”, “clases altas”, “clases bajas”, “high class”, “populacho”, “flor y nata”, “patirrajao”, etc.  En el lenguaje hacen notar que por algún especial y superior poder que rige los destinos de la humanidad a ellas les ha tocado en gracia los privilegios, a los demás la lucha diaria por la superación de las adversidades.  Unas veces ese poder es alguna divinidad, en otras la pureza de la raza o de la sangre, en otras los méritos que han sido debidamente significados por ellas mismas. 


La llamada clase media se mueve siempre entre la segura pertenencia a la pura adversidad y el deseo incontenible por lograr algún lugar al lado de los que ella misma postula como ideales.  Por eso, como sabiamente se dice de modo coloquial, es experta en “comer mierda y eructar pavo”.


Todo el mestizaje que conforma este territorio llamado América, es resultado de inmigrantes.  La presidenta Cristina K. supo decirlo de modo tajante el pasado 10 de diciembre, cuando celebraba el Día Internacional de los Derechos Humanos en el salón de homenaje a los patriotas latinoamericanos rodeada por las Madres y las Abuelas de la Plaza de Mayo, así como por la delegación internacional que visitó a la Argentina con motivo de celebraciones especiales relacionadas con la lucha contra la dictadura militar de antaño.  En esta última comitiva estaba, como invitada especial, la Negra Piedad Córdoba, al lado del juez Baltasar Garzón y de otras personalidades internacionales destacadas en el campo de la defensa de los derechos humanos.


Algunos de esos inmigrantes, por toda clase de medios que no excluyen los criminales, lograron hacerse a un puesto en la hegemonía del poder político y social en estos territorios.  Nadie puede refutar el hecho de que solamente las poblaciones indígenas, dueñas de dichos territorios hasta la llegada de los invasores, podrían reclamar legítimos derechos sobre la propiedad y la posesión, los mismos que fueron violentamente conculcados por el poderío bélico y religioso de los invasores. 


Consolidada la realidad de la conquista, constituidos en colonia, hace 200 años hubo quienes acometieron la tarea de transformar el orden existente, muchos de ellos descendían de invasores y conformaron el actual orden existente.  Muchas de las revoluciones aspiraban simplemente a cambiar los gobiernos nacionales, queriendo conservar la dependencia con respecto de las monarquías  extranjeras invasoras.  Otras quisieron ir más allá y lograron cortar todo vínculo de dependencia con unas aunque prontamente se hicieron a la dependencia de otros gobiernos extranjeros que, ya desde entonces, manifestaban su apetito imperialista y colonialista de nuevo tipo.


No dejaron de reproducirse formas de división social acordes con los nuevos sistemas que mantuvieron intactas viejas estructuras políticas y sociales, como las relaciones feudales en el campo.  Por ridículo que pueda parecer, entre nosotros, emergieron sectores sociales que reclaman sus derechos de privilegio en virtud de los apellidos que portan.


Es como si la modernidad hubiera mostrado en este continente toda la debilidad que no reveló en otros, y su proyecto hubiera pactado fácilmente con el innegable peso que conservaban las viejas estructuras.  Muchos de los modelos sociales instaurados revelan la confluencia de intereses contradictorios, unos procedentes de los ímpetus de la modernidad, los otros provenientes de las caducas estructuras monarquistas e imperiales.


La clase media de ahora es heredera de aquel criollaje que consideraba revolucionario el simple cambio de gobierno regional a la par que se mantuviera la dependencia con las monarquías europeas.  Conserva ese espíritu de rebeldía cuando de la defensa de la propiedad privada se trata, mezclado con la vocación de sumisión dirigida hacia estructuras de poder que consagran tal derecho como deseado por la fuerza de la divinidad. 


Las dos poblaciones que mantuvieron las condiciones de opresión y de sometimiento de las estructuras coloniales, los negros y los indios, son hoy las mismas destinatarias de todo el poder del odio contra ellas.  Macri contra los bolivianos, muchos de aquí contra La Negra.  Unos y otros se consideran superiores a quienes insultan y agreden.  Unos y otros olvidan que proceden del mismo acontecimiento biológico que nos une a las especies animales: la fecundación de un óvulo por un espermatozoide.  Unos y otros se han humanizado en formas del yo ideal que los llevan a creerse superiores a los demás.  Unos y otros demuestran su inconsecuencia con la defensa de aquel derecho humano que considera que todos somos iguales.  Unos y otros ejercen su inhumana consideración de que bolivianos, esta vez, pero siempre indios y negros, no merecen otra suerte que la de la esclavitud y la pobreza. 


Unos y otros usan pobres para cometer crímenes contra otros pobres.  Aquí los sicarios siempre fueron bienvenidos por poderosos determinadores de homicidios y de toda clase de crímenes de lesa humanidad que apenas se están esclareciendo ahora.  Allá, los Macri y seguidores, hacen saber de qué son capaces para mantener sus privilegios intactos.  


En Villa Soldatti hemos visto pobres matando pobres.  Como aquí también, solo que la confrontación ha sido sofisticadamente organizada hasta la fecha.  Mientras tanto, los gestores de los diversos bandos, comparten asiento en las juntas directivas de sus empresas, consumen como compadres el mismo licor que importan y reparten las utilidades que les deja el tráfico de armas con el que se alimenta la confrontación.  Todos a una, desfilan por la embajada norteamericana de Bogotá, ofreciendo sus versiones con las que buscan mejorar su estado de privilegio frente al Amo. 


Una vieja división fue conocida en América cuando el levantamiento de los comuneros liderados por José Antonio Galán.  Mientras estos se agruparon alrededor de  la consigna de “¡Unión de los oprimidos contra los opresores!”, el liderazgo criollo de Santa Fe de Bogotá apenas atinaba a levantarse bajo la consigna de “¡Viva el Rey, muera el mal gobierno!”.  Mientras los primeros apelaban a la unidad, los segundos no podían sino invocar la muerte, la violencia.  El tiempo les dio el triunfo a los segundos que hoy siguen apegados a su pasión por la muerte.  No nos extrañe que estos pobres, inciten a otros pobres, a matar más pobres.  Pobres países en estas manos...  



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