NUDOS EN LA GARGANTA QUE IMPIDEN LANZAR PALABRAS AL VIENTO
Eduardo Botero T.
Tengo atorada la garganta con la palabra biopsia. Mi mujer y mi hija, ambas, están pendientes del resultado de una. Y todos los demás también.
Destaco la tranquilidad de todos, incluso la que yo aparento. Pareciera como si no se estuviera a la espera de una noticia que puede ser desagradable. Llevamos cinco años en esto y, hasta el presente, en más de una ocasión no hemos obtenido los resultados deseados sino los que retumban implacables en la memoria y en el corazón.
Adentro, bien adentro, tanto más por el atoramiento, otra cosa bulle como líquido en olla a presión. Biopsia, según el DRAE, hace referencia tanto una medida tomada con fines diagnósticos como al resultado de la misma. Doña María Moliner no difiere mucho en su definición, solo que especifica que el procedimiento recae en un tejido. Para ambos: de bios y del griego opsis, vista. Para mí: espera que tortura.
Tortura por mil razones, pero sobre todo por una: hay loterías que nadie quiere ganarse, esta es una de ellas. Por más conocimientos que puedas tener, la participación del azar resulta difícil de apartar. Haciendo un balance de las muchas veces has comprado billetes de lotería que no te has ganado, esperarías que tampoco te ganarás esta. Reparo: la malignidad, ¿cuestión de suerte? Sí de mala suerte. Y has contado tantas veces con la mala suerte de no ganarte un billete de la lotería que esperarías un destino diferente.
Como paciente, los ojos de los médicos no ven más que sacos de huesos y tejidos en nosotros. Como médico, no logro evitar la pesadumbre de los colegas cuando me comunican determinadas decisiones, una de ellas, la de ordenar biopsias.
Es una situación que, aunque a veces me lleve a exclamar ¡pero porqué más bien no fui carpintero!, tomo con relativa serenidad para efectos de no contribuir con mi aprehensión a la pesadumbre de mis familiares. Supongo que también vivo para eso, para sostener sobre mis hombros el peso de la incertidumbre y hacerla soportable para quienes quiero.
A veces creo que todo el párrafo anterior es una impostura, una delicada mentira que logro creerme asistido por la fuerza imperativa del deseo. “Diga mentalmente: con Jesús mi esposa y mi hija están salvas”, me recomienda amistosamente una colaboradora académica. “Si usted piensa positivamente, se le cumplirá su deseo”, me dice otra persona. No puedo evitar pensar en las bondades que ofrece el pensamiento infantil. Pero no logro encontrarlo y mucho menos refugio en él.
Trago saliva con dificultad. Y envío al aire estas palabras.
Estimado Eduardo:
ResponderEliminarPor una casualidad equivocada estoy leyendo este blog que tratas de llevar adelante y quedé prendado por el título de este comentario tuyo que, sin más, me sorprendió.
Palabras ahogadas que no pueden con el cuerpo y su código, tan esquivo a la metáfora.
El cuerpo no habla acerca del dolor, es el dolor. El cuerpo no sabe de la muerte y lo que nos provoca, porque la muerte lo habita.
Esto me hace recordar la iniciación escolar en lógica. Me acuerdo que nos enseñaban ese silogismo mágico que nos atrapaba sin demora: Sócrates es un hombre. Todos los hombres son mortales. Sócrates es ...
Tu blog y tus palabras me agradan. Me gustaría que lo siguieras coordinando y ninguna noticia médica te apague.
Un afectuoso saludo
Osvaldo Canosa (psicoanalista de Argentina)
Grcias, Osvaldo, es todo un placer conocerte aunque sea a través de este medio.
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