INVITACIÓN A PARTICIPAR CON SUS COMENTARIOS

ES MUY IMPORTANTE PARA ESTE BLOG CONTAR CON LA PARTICIPACIÓN DE SUS SEGUIDORES, PARTICIPACIÓN ACTIVA, CONSISTENTE EN SUBIR SUS COMENTARIOS ACERCA DEL CONTENIDO QUE SE PUBLICA EN EL BLOG Y EN SUBIR SUS PROPIOS ARTÍCULOS.

E. BOTERO T.

sábado, 28 de mayo de 2011

NESTOR BRAUNSTEIN Y EL CONCEPTO DE "INTERDISCIPLINARIO"



Ludus Vitalis, Revista de Filosofía de las Ciencias de la Vida convocó en años recientes a tres foros: “Conocimiento y acción humana”, “Conocimiento y futuro” y “Conocimiento: técnicas y conceptos”. Para este nuevo foro “Posibilidades de la interdisciplina” proponemos a usted que elabore una respuesta a esta pregunta:

-- Desde su práctica profesional, ¿usar lenguajes y discursos de disciplinas distintas a la suya, ha resultado significativo en su trabajo? Dicho de otro modo, ¿la interdisciplina es para usted una necesidad y una posibilidad productiva o forma parte del catálogo de las buenas intenciones inscritas en la corrección política?





Estimado Fernando Zambrana:

Muchas gracias por la invitación a participar en la estimable publicación que usted coordina. El tema es muy interesante y quisiera aportar una breve pero clara respuesta.


POSIBILIDADES DE LA INTERDISCIPLINA EN PSICOANÁLISIS


Son en realidad tres y no una las provocadoras preguntas que nos formula la redacción de Ludus Vitalis.
 ¿Ha sido significativo (útil) para usted el recurso a lenguajes y disciplinas distintas a la suya?
 ¿Es para usted la interdisciplina una necesidad y una posibilidad productiva?
 ¿O es un mero recurso retórico y “político” para “quedar bien”?


Es claro que el “dicho de otro modo” cambia de modo radical el alcance y el sentido de la primera pregunta al pasar a las otras dos. Se desliza también, en ese salto, una presuposición no explícita y es la asimilación entre “recurso a lenguajes y disciplinas distintas a la suya” e “interdisciplina”. Bien pueden usarse lenguajes de otra disciplina sin que ello implique el maridaje que la palabra “interdisciplina” representa.


La cita de autoridades de otro campo, la analogía a veces forzada con lo que sucede en ciencias duras y blandas, la metáfora, la ilustración con ejemplos ajenos, la crítica de supuestos avances y retrocesos en otros terrenos, todo ello y mucho más puede ser “recurrir a lenguajes y disciplinas” distintas sin que por ello entremos en la “interdisciplina”. Muchas veces asistimos a una superposición de resultados que se amontonan unos sobre otros sin que ninguna de las “disciplinas” adquiera, importe, aplique o justifique el cambio de vocabulario o de discurso.



Habría que empezar por desmontar la palabra “disciplina” misma, que generalmente es un recurso “políticamente correcto” para no dilucidar si se trata de ciencias, doctrinas, teorías o campos del conocimiento. (Dejamos de lado, por supuesto, la acepción represiva, aunque no extraña al concepto, que se cuela en el “ser disciplinado”).


Luego habría que seguir por el prefijo “inter” que significa la clara distinción entre esas “ramas del saber” a las que se entiende por “disciplinas”. “Internacional” es un término que denota a la perfección aquello de lo que se trata. ¿Es esa la relación entre la física y la química o entre la sociología y la antropología? ¿Tienen las “disciplinas” fronteras bien demarcadas como las que separan a las naciones aun cuando pueda haber conflictos de límites?


Ahora atendamos a los aspectos personales y no generales de las tres preguntas que se dirigen a “usted”. Cuando estudiaba medicina recuerdo que mis maestros me decían y yo aprendí entonces y sigo pensando que “quien solo sabe de medicina ni medicina sabe”. La “disciplina” a la que me dedico, el psicoanálisis, fue, como se sabe, fundada por un médico que aplicó las leyes de la termodinámica, sus conocimientos sobre la teoría de la neurona, su manejo como experto del teatro griego y de la literatura alemana, que era un estudioso encarnizado de la antropología, el derecho, la pedagogía, la lingüística y la historia y no sigo para no hacer más larga la lista aunque no quiero refrenarme de recordar que estudió y aprendió la lengua española para poder leer a Cervantes. El más innovador de sus continuadores, cuyas enseñanzas sigo, Jacques Lacan era, a su vez, además de médico psiquiatra un autorizado conocedor de todos los saberes de su tiempo. Vayan como ejemplos sus lecciones sobre cibernética y psicoanálisis en 1955 o sus discusiones sobre minucias del hebreo en la biblia judía y del latín en la biblia cristiana o el griego en la filosofía de Platón o el alemán en la de Heidegger. Cito los antecedentes de Freud y Lacan pues para mí son los ejemplos de lo esencial en la formación del psicoanalista.


Si reveo mi propia obra publicada encuentro la asimilación de los trabajos de neurocientíficos, escultores, filósofos, economistas, antropólogos, cineastas, teóricos y críticos de la literatura, sexólogos, psicólogos cognitivos y conductuales, músicos, etc. cuyas referencias seguramente ocupan muchas más páginas que las dedicadas a mis propios colegas aunque siempre traté de que nada se me escapase de lo importante que ellos estuviesen proponiendo. Sin embargo, si leo y escribo acerca de la música de Schoenberg o la epistemología genética de Piaget no tengo la sensación de estar en la “interdisciplina” sino tan solo en lo mío, trabajando con herramientas importadas por las que he pagado los correspondientes derechos aduanales.


No se trata entonces de una “necesidad o una posibilidad productiva” sino de algo que me constituye en cada una de mis terminaciones sensoriales y mis neuronas y hasta en cada una de mis faneras pues uñas y dientes y pelos (pocos, pero ni modo) están habitados por discursos, imágenes, pensamientos y vocablos que proceden de otras lenguas, tanto las que se hablan como las que se alojan en la cavidad bucal.


Quiero, eso sí, defenderme de la posible imputación de las “buenas intenciones” aludidas en el texto de la pregunta. No; no las tengo. De todos los discursos, empezando, claro está, por el mío propio, soy un vigilante celoso y opuesto a cualquier género de concesiones. Decía Freud que si uno empieza cediendo en cuanto a las palabras termina por ceder ante las cosas. Por lo tanto, si existiese ese “catálogo” estoy seguro de que no quiero formar parte de él y supongo que nadie que conteste al cuestionario puede contestar “sí” porque el texto de la frase interrogativa presupone que nadie, nadie, admitirá que sus referencias interdisciplinarias se fundan en el anhelo de ser “políticamente correcto”. ¿Para qué preguntar algo que solo admite una respuesta?


Néstor A. Braunstein

Doctor en Medicina y Cirugía, psicoanalista, profesor en el Posgrado de la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM. Escritor y ensayista. Miembro del Seminario de Problemas Científicos y Filosóficos de la UNAM.

No hay comentarios:

Publicar un comentario