He tomado de este enlace (http://www.lasillavacia.com/elblogueo/narcorama/27081/las-peladas-y-la-adrenalina-de-lo-narco) el contenido que presento hoy aquí, por considerarlo un verdadero aporte a la comprensión de las temáticas que componen nuestra realidad cultural y social. Solamente la imbecilidad puede asegurar que la ética es asunto de filósofos, afirmación que sirve para comprender de lo que es capaz aquel que la emite.
LAS PELADAS Y LA ADRENALINA DE LO NARCO
(Sin nombre de autor)
LAS PELADAS Y LA ADRENALINA DE LO NARCO
(Sin nombre de autor)
Después de 40 entrevistas con ex pandilleros y desmovilizados, decidimos hacer grupos focales con colegialas que han compartido la cotidianidad del territorio con las principales bandas criminales integradas por jóvenes y adolescentes.
Con un primer referente en la obra de Mauricio Rubio, el primer análisis lo ofrecía Isaac Beltrán en una consultoría donde recomendaba un programa para desarrollar familias “bonitas”, con un primer paso estratégico de desarrollar un nuevo repertorio en las mujeres para escoger pareja.
Si bien todavía queda mucho camino por recorrer en metodologías y acciones públicas, Rubio ilumina un hilo conductor en la sexualidad y la violencia de la banda y la pandilla, en especial frente al ingreso al grupo y Beltrán relaciona la ineficiencia de nuestra política de sexualidad adolescente y de juventud a la formación y desarrollo de bandas delincuenciales.
ya hemos hablado de lo que “inventó” el narcotráfico colombiano, de la sexualidad y el paternalismo como dos pulsiones en el ingreso a una banda delincuencial, lo que nos ha parecido más complejo es entender la posición de la adolescente contemporánea frente a los estragos del narco y del sicario.
Es claro que no nos estamos refiriendo a una generalidad de las mujeres: por la edad, inmadurez y por el contexto de marginalidad, falta de oportunidades. Sin embargo, cualquier caricatura de lo mismo es una anestesia para nuestra moral pública que nos impide una acción social y cultural seria frente al fenómeno del narcotráfico y su variedad de rostros colombianos.
En los grupos focales no encontramos mujeres desvalidas ni incapaces, encontramos una energía desbordada, habilidad y muchos repertorios usados con algo de escepticismo. Tenemos una hipótesis de que sólo una quinta parte de las mujeres escolarizadas se puede involucrar sentimentalmente (a sabiendas) con un criminal.
Esto no nutre el amarillismo del estereotipo de la presa fácil y la falta de valores generalizada en la juventud, pero técnicamente es muy alto por la relación que tienen en ciudades de Colombia las células criminales con el territorio y por ende con la vida comunitaria.
Las peladas siempre empezaron exhibiendo el libreto que satisfacía a sus colegios, un discurso muy correcto de autonomía, independencia y de pudor. Todo este discurso mutaba con un poco de confianza cuando hablaban de sus compañeras, de sus vecinas o de su mejor amiga que, extrañamente viviendo en la misma parte y estudiando en el mismo colegio, son “muy diferentes”.
Un lugar muy común se asomaba cuando decían “las peladas lo que quieren es plata” y “se fijan mucho en lo material”. No hemos conocido nadie que no quiera plata, la pregunta es qué tanto enredarse o “sacrificar” para conseguirla, qué hay por traicionar a cambio de plata. Entonces, nos interesaba lo que acompañaba esto y aparecía, no querer “estar con un bobo” y ahí las categorías, aunque muy mamíferas, se iban enredando para estos blogueros.
La religión, empezó a jugar un papel importante en el relato de las colegialas, ya más suelto, que iba y venía de la primera y tercera persona: “yo estaría con un pelado de la vuelta para cambiarlo”, “aquí hay algunas peladas que se hacen las bobas y les creen, con buen corazón, que va a cambiar”, “yo le pararía bolas si me promete que va a cambiar”. Una amalgama de santa que soporta el mal hombre que le puso dios en el camino y de misionera, que con una superioridad moral se acerca al mal sin que la contamine, rompen nuestros hábitos de pensamiento.
Este mundo carece de centro moral, con dificultades queremos una moral cívica, pero lo multicultural más allá de un academicismo es una realidad que nos crean hibridaciones de sentido extrañas y soportes insospechados. Liberales, pretendiendo ser poco “moralistas”, quisiéramos creer que la liberación femenina va en detrimento de el gusto por el bandido, pero una parte de estas entrevistas grupales iba descubriendo mujeres adolescentes dueñas de su cuerpo y su placer que confesaban gran adrenalina en “pasar un rato”, una temporada, con aquel que no seguía las reglas y estaba al borde de la muerte: fascinación clandestina en la equidad de género.
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