LA REINA DE LUCIAN FREUD
Eduardo Botero Toro
Lucian Freud, fallecido el pasado 21 de Julio a la edad de 85 años, aseguraba que no pintaba lo que veía sino lo que era (“yo no pinto lo que veo sino lo que es”). Diecinueve meses se tomó para pintar el retrato de la Reina Isabel, de mayo de 2000 a diciembre del 2001. Si hemos de creer que Freud sometía a todas sus modelos al mismo trajín al que sometió a la practicante-curadora Ria Kirby, según relata Martín Gayford (www.revistaarcadia.com/arte/artículo/el-pintor-modelo/20877), entonces es factible considerar que por primera y única vez en su vida la Reina sí trabajó en algo. Veamos el testimonio de Gayford acerca de las sesiones con la Kirby:
“El trabajo se extendió, a partir de abril de 2006, durante un año y cuatro meses, siete noches a la semana, tiempo durante el cual Ria y Freud solo se tomaron cuatro tardes libres. Cada sesión duró más o menos cinco horas, lo que suma un total de 2.400 horas.”
Entonces la Reina Isabel debió, pues, poner algo de sí, mucho de sí, para que su retrato fuera el resultado de lo que, para el pintor, sería ella. El tamaño del retrato apenas es el de una postal, ya esta elección del pintor nos dice que consigue que el modelo se someta a la interpretación: el pintor elige el tamaño propio de lo que circula como una cosa que se repite en serie y que retrata lo que resulta memorable de algo o de alguien, en este caso, ni más ni menos que la primera autoridad de la corona y de la Iglesia Anglicana. Veamos cuántos títulos:
Isabel II ha ido obteniendo títulos a lo largo de su vida: primero como nieta e hija de reyes, después por matrimonio (como los de duquesa de Edimburgo o condesa de Merioneth) y finalmente como soberana. Oficialmente, tiene un título distinto en cada uno de sus reinos: Reina de Canadá en Canadá, reina de Australia en Australia, etc. En las Islas del Canal e Isla de Man, que son dependencias de la Corona y que no pertenecen al Reino Unido, es reconocida como duque (duke) de Normandía y señor (lord) de Man respectivamente, y en Fiyi como jefe supremo por el Gran Consejo de Jefes, sin atribuciones constitucionales, ya que Fiyi es una república. Otros títulos tradicionales son Defensora de la Fe y duque de Lancaster. (Sánchez, Gerardo (2010). Isabel II)
Oficialmente su título en el Reino Unido es: Isabel Segunda, por la Gracia de Dios, del Reino Unido de la Gran Bretaña y de Irlanda del Norte y de sus otros Reinos y Territorios Reina, Jefa de la Mancomunidad de Naciones, Defensora de la Fe. («Burke's Peerage and Gentry > The Royal Family > HM Queen Elizabeth II» (en inglés). Reino Unido: Burke's Peerage & Gentry and The Origins Network).
Todo eso, para el pintor, cabe en una postal porque de lo que se trata de pintar no es lo que se ve sino lo que es.
Existen fotografías del encuentro entre el pintor y la modelo. Dos de ellas ilustran el sobrio espacio del estudio del pintor, él no va al palacio es la modelo la que debe ir a su estudio. La hija del mismo Rey tartamudo que debía aparecer en el sencillo y descuidado espacio de su terapeuta salvaje, aparece en un lugar donde no hay preocupación por el decorado. Veamos las dos fotografías y repárese en el fondo de ambas, a la par que obsérvese la proporción entre la pintura y la modelo:
Cableado sin disimulo, tubo del agua. ¿Cómo no evocar las lecciones de dicción de su padre en el consultorio de su terapeuta? |
En realidad hubo que ampliar 2 cms. el cuadro para dar cabida a la corona, lo que también habla del desdén del pintor por la “bamba”. |
Por fuera de su escenario habitual tendrá que aparecer una respuesta a ¿quién es la reina Isabel? Y el pintor logra conseguirlo cuando al final nos da cuenta de un rostro de cuya subjetividad nada esconde. Evocamos la aseveración de Lacan según la cual “Loco es aquel que cree ser Napoleón, incluyendo a Napoleón mismo”. En el estudio de Lucian Freud la Reina Isabel puede ser Elizabeth Alexandra Mary y el resultado no podría ser otro que el retrato de ella pintado por Lucian Freud.
Si todo el fasto se ve interpretado por el tamaño del cuadro, toda la subjetividad de Elizabeth emerge en la pulida presentación de su rostro.
Aunque las comparaciones puedan parecer odiosas, lo que nos dice el pintor de lo que la Reina Isabel II de Inglaterra es se diferencia de lo que podríamos decir la gente quiere ver de ella, para lo que la fotografía, maquillaje, retoque y fotoshop prestan todo su concurso. La pincelada que ha reemplazado al maquillaje acentúa lo que hay de humanidad en un rostro que la difusión mediática y la prensa especializada en asuntos de la nobleza se encargan de ocultar.
Lo que el pintor descubre y logra reproducir es lo propio de alguien que logra estudiar con detenimiento y acuciosa observación (dicen que las migrañas de Freud procedían de este esfuerzo llevado hasta el límite): el trabajo –la transpiración- arroja por resultado una interpretación de la humanidad del personaje, tal vez con la misma maestría de un buen novelista o la exacta descripción de un magnífico clínico: no hay asombro porque, de antemano, el pintor no ve en la Reina sino a una modelo como cualquier otra y lo que nos ofrece a la vista es algo que nos obliga a no ser indiferentes frente a ella.
Moviliza nuestro pensamiento en función de interrogarnos acerca de lo que vemos a diario en la difusión de las imágenes de personajes: nos obliga a reconocer la similitud de ellos con la humanidad que a veces se les quita por parte de quienes están necesitados de ver siempre vestigios de la divinidad en obras, mujeres y hombres que, como todos, nacen entre mocos y mierda.
El retrato de Isabel II de Inglaterra, pintado por Lucian Freud, nos vuelve a situar en el lugar de una realidad a la que la imaginación no logra proscribir. Su humanidad salta a la vista y nos hace recordar la magnífica expresión de aquel lúcido y brillante niño que gritó: ¡El rey está desnudo!
Me recuerda la relación entre el analizante y el analista. Aborda varios problemas en los que estamos inscritos... me gustaria utilizar ese texto en alguna de mis clases.
ResponderEliminarPua charlacanería. Algunos de los seguidores de Lacan no hacen sino seguir elconsejo de su maestro: Jugar con las palabras. de esta manera, arman gigantescas jeringonzas que por ser incomprensibles para todos, parecen afirmaciones de genialidad incomprensible. Y cuando las dicen, se quedan serios perdidos pensando en que a lo mejor, el inconciente del otro comprenderá el sentido que para él, "sujeto portador del sentido que desconoce", se le escapa. El lacanismo es un basurero.
ResponderEliminarNuestro participante Anónimo parece indicar que el artículo es "pura charlacanería" (decido esta corrección) y su neologismo lo asiste para declarar que se trata de un mero "juego" de palabras destinado a abastecer lo que para él es el lacanismo, un basurero... Más allá de la validez de su queja, esta parece referirse más al lacanismo que al artículo, del cual no demuestra nada usando la argumentación. En fin: por lo pronto sabemos, que contra el espíritu de esta época, nuestro interlocutor desdeña la virtud del reciclaje. Tanto Lacan como los recicladores saben a qué se refieren cuando se trata de basura.
Eliminaren modo alguno pudiérase ( sic) considerar semejante perspectiva. Traer al Sr. Lacan a dirimir un asunto tan alejado de su íntima incumbencia no es factible ni responde a metodología alguna. El retrato del nieto de Freud, ese precisamente descontentadizo retratro ( sic) de la Reina, traspasa el umbral de la burla, entrando en lo ridículo. Pero en fin, de eso Goya sabía bastante. Lo interesante verdadero es descubrir cuales fueron las razones por las que la Reina se avino a ello. En la Corte de San Jaime complacen mucho los tipos como Lucien.
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