Querido Eduardo:
Y más querido aún después de leer la mejor de las piezas literarias, el más fino argumento, la más sentida y vital página, la mayor declaración de amor a una esposa y a unas hijas, la más precisa de las enseñanzas, al mismo tiempo que con ella se incoa un proceso que los no creyentes estamos en mora de iniciar: el del respeto por la libertad del pensamiento, contra las bárbaras legiones de los feroces fanáticos de todos los credos, bestias de una prédica atroz pre y antidemocrática, que armados de simples creencias despidadas y rudas, pretenden apoderarse de la voluntades de los demás, para sastisfacer el apetito narcisista de su salvación ante sí mismos. Ni su propio cruel Dios del Antiguo Testamento los perdonará.
Un abrazo lleno de un amor mejor que el cristiano,
Javier
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