EL EUFEMISMO COMO ESTRATEGIA DE SEDUCCIÓN Y LA IGNORANCIA COMO IDEAL DEL YO
¿Qué significa ser seducido? La pregunta toma especial relevancia en todo tiempo, pero, en el actual, no hacerla significa darse de bruces contra el seco suelo de la falsedad.
La dicotomía “belleza/inteligencia”, que tantos resuelven a favor de lo segundo como asunto más importante que lo primero, no suele ser temática de frecuente en las secciones de vida cotidiana de los medios. Se sortea implícitamente y no dejan de ser risibles los modos en que todo aquel que se asoma a los escenarios públicos, tiene que dar muestras de que valoriza la inteligencia colocando en segundo lugar a la belleza.
La industria cosmética ha sido capaz de demostrar que es verdad aquello de que no existen mujeres feas sino pobres. Con dinero se puede acceder a todo el maquillaje necesario para reemplazar lo feo por lo bello; los límites pueden sortearse mediante el uso de instrumental quirúrgico. Nuevos modelos de fealdad, los que proceden del acto quirúrgico mismo, representan una nueva realidad, inédita hasta el presente.
Pero poco se habla de una cosmética de la inteligencia. No hay personas brutas, sino pobres, es decir, que no están en condiciones de acreditar que han estudiado lo suficiente como para ser consideradas muy inteligentes. La vastedad de la oferta de titulaciones de todo tipo (técnica, tecnológica, profesional, especialización, maestría, doctorado…) y la facilidad de acceso a las mismas toda vez que su financiación hace más expedito el camino de lograrlo, posibilita la consecución de toda clase de certificaciones y diplomas que “respaldan” la novedosa idoneidad que cada una, supuestamente, habilita.
Uno, basado en la estúpida manía de apelar al sentido común, supondría un mundo mejor cuando el número de bellos e inteligentes ha aumentado de tal modo. Es probable que muchas cosas hayan mejorado sustancialmente y que belleza e inteligencia hayan servido a la humanidad más que fealdad y brutalidad.
Hay asuntos de gran monta que en lugar de resolverse tienden a agravarse, tal vez el más sensible de ellos, el de la inequidad. Aquí la belleza poco tiene que ver a no ser que fealdad y pobreza enrostren a los bellos su condición de minoría privilegiada. Pero la inteligencia sí, porque una buena cantidad de profesionales, hombres y mujeres inteligentes, contribuyeron de modo activo – pero también por omisión- a justificar todas las medidas económicas, sociales y políticas, que consiguieron el aumento de la inequidad.
Análoga a la forma en que la belleza nos seduce, la inteligencia cuenta con lo suyo para el mismo fin. Ser seducido significa quedar atrapado no solamente en el deseo de otro sino en los medios de los que ese otro se vale para conseguirlo. Y la cosmética con que ha contado esa inteligencia al servicio del aumento de la inequidad ha sido el eufemismo, el lenguaje vacío, la fórmula que pretendiendo acceder a la verdad, privilegia el sometimiento del pensamiento al afán de decir aquello que no suscite ni controversia ni resistencia por parte de quien se beneficia con el cumplimiento de tal encargo.
También hay otros “productos” maquilladores de la inteligencia, uno de ellos, los tecnicismos. Usados en una declaración destinada al público en general, condecoran al emisor con atributos que fácilmente reprimen las implicaciones emocionales del receptor con el contenido de la declaración. El tecnicismo matemático nos hace creer inteligentes a quienes nos explican, por ejemplo, que la gestión de un funcionario ha sido exitosa porque las tasas de mortalidad bajaron del 31 por 100.000 habitantes a 26.
Sin ahondar más en el tema (creo que la analogía queda, por lo pronto, medianamente precisada y cada quien puede continuar su exploración como le plazca), vale la pena preguntarse si lo excesivo de ese uso de maquillaje no termina por hastiar al seducido que tarde o temprano termina resistiéndose a tolerar la dimensión engañosa de la seducción.
¿Por qué tiemblan los mercados del mundo si no es por el hecho de que la proliferación de vendedores terminará por conseguir una orfandad tal de compradores que ponga en peligro las condiciones mismas de obtener utilidades? Porque desapareciendo el comprador, es decir, quedando los potenciales compradores sin capacidad de pago, dueños exclusivamente de deudas contraídas durante la bonanza de la seducción, carentes de bienes con los cuales responder a los prestamistas.
Pues ese ciudadano carente, ciudadano que se resiste a asumirse en la carencia porque nada quiere saber de la muerte (por algo se gasta lo que se gasta procurando alargar la apariencia de juventud, la apariencia de inteligencia), constatando la falta de con qué pagar, tiende a reaccionar de tal modo que se procura satisfacción renegando de aquello mismo en lo que, anteriormente, había depositado todos sus ideales.
De esta manera hago una primera aproximación a comprender el llamado fenómeno del “Tea Party”, que ha logrado construir un decir capaz de seducir al llamado hombre de la calle y en contra de los intelectuales que, fundamentalmente localizados en Washington, gobiernan la cada vez menos convincente primera potencia mundial.
Un decir que coloca a su servicio una elemental filosofía de la sospecha contra el pensamiento y contra la ciencia, a los que acusa no solamente de no haber resuelto los principales problemas de los ciudadanos, sino de haber complicado las cosas en exclusivo beneficio de sus egoístas intereses de grupo.
Una especie de bastardía del romanticismo que también, en su momento, elevó su protesta contra el imperio de la razón a la que acusó de contar con sus propios crímenes, parecería re-encarnarse en esta nueva forma de protestar contra la inteligencia que esta vez es tomada fundamentalmente por aquella que se excedió con el maquillaje.
“Almas bellas rodeadas por un mundo hostil”, exclamaría Hegel: voz de una representación de lo simple y de lo sencillo como elevadas maneras de congraciarse con la humildad de un dios que se hizo hombre naciendo en la pobreza de un pesebre. Pobreza total, sobre todo de deseo: una virgen, un esposo formal, un niño y dos animales estériles. Según las categorías al uso de esas gentes, cero deseo. Desear no desear: el ideal ascético vuelto masas. Viagra impotente!
Lo interesante es que este popular decir se produce, fundamentalmente, por miembros pertenecientes a las élites que han gobernado a ese país y que cuentan con un gran séquito de admiradores en el resto del mundo. Radio y televisión, desde hace mucho tiempo, entronizan como representantes de autoridades competentes a todos aquellos que han sabido plegarse a la orden de autorizar sus conceptos con base en prejuicios de todo tipo y en franca hostilidad contra todo saber que se apoye en la ciencia o en el arte. Muéstrate seductoramente imbécil y serás bendecido. Puestos a la tarea de “hacer más llevadera la existencia” con productos de escasa calidad y peor contenido, logran exaltar a la condición de sabedores a todos aquellos que tienen una misión qué cumplir en la labor de embaucar seductoramente las mentes de sus consumidores.
Una canción gustaban de repetir los traquetos sobre todo en los festejos de Cartagena siendo lo importante no la inteligencia sino la belleza, cuando se encontraban en una reunión social con personas estudiadas: “Para qué los libros/ para qué Dios mío/ si el amargo libro de la vida enseña…”. Claro, no repetían sino la primera estrofa, no se sabían toda la canción, uno cree que por pereza mental de usar la memoria pero no, es que la canción también decía: “Leí muchos libros/ leí tanto y tanto/ que al fin se cansaron de hacerlo mis ojos…”. Como no leyeron ni uno solo, mal les quedaba cantarla… Pero insistían con la primera estrofa. Como don Pepe Sierra a quien un notario le hizo notar (para eso es que son los notarios) que la palabra hacienda se escribía con “h”, a lo que don Pepe Sierra, ofendido pero sintiéndose superior ripostó: “Mijito (el también usaba diminutivos…) yo tengo quince haciendas sin hache, ¿usted cuántas tiene con hache?”
Sarah Palin tiene porqué contar con muchas seguidoras y seguidores en el mundo entero, ser capaz de reproducirse contra toda previsión y, al mismo tiempo, ser capaz de hacer las veces de gobernadora de un estado y candidata a la presidencia de los EU: ella sabe de cosmética y se muestra bella, pero también sabe de recursos cosméticos para mostrarse inteligente y capaz. Uno de ellos, su apelación a la que llama “gente sencilla”, poco estudiada, la que sus jefes económicos han condenado a cien años de soledad y de miseria.
Las clases altas siempre han derivado beneficio de una debida incubación, promoción y protección de aquellas que están dispuestas a lo que sea con tal de hacerse a un precario y ocasional ingreso. Nunca antes el hambre había sido la inversión más rentable que por estos tiempos, sobre todo el hambre por sentir que se hace parte de la élite a la cual se sirve obsecuentemente. Un ejemplo reciente ha sido el del sicariato. Sicarios y poderosos comparten la misma pasión por transgredir toda norma que signifique contención y dique a las perversas ambiciones personales. Como en el eslogan del Aguardiente Antioqueño: “¡Como sea, pa’las que sea!”. Unos y otros se rinden beneficios mutuos, aunque quizás la falta de cultura de los sicarios les haga ignorar que su destino es el mismo que el de las víctimas que les producen a sus ocasionales benefactores.
Un nuevo modo de presentarse el malestar en la cultura, este del malestar con la cultura y la decisión por hacerse militante de cualquier secta que ofrezca redimirlos de la condición de humillados y ofendidos. Una verdadera diáspora de quisicosas familiares cuyo ámbito contenía casi que exclusivamente esta guerra contra la inteligencia.
Como un saber no le da respuestas prefabricadas a un individuo que se identifica absolutamente carente de todo, entonces opta por adjudicarle a un delegado, a un representante, toda la responsabilidad. Los medios se encargan de crearlo, al tiempo que crean las condiciones que harán posible justificar la muy segura ordalía que sobrevendrá en un futuro no muy lejano. Desde sus cultos promoverán la idea de que Satanás hace parte del laicismo y del librepensamiento. Y así, en una combinación de todas las formas de lucha, promoverán la llegada no de un Mesías (tentaciones no les falta…) sino de los emisarios del mismo como único gobierno legítimo y mundial, encargado de imponer el Pensamiento Único de manera radical.
Ser seducido por este discurso significa que la desconfianza con nuestro propio criterio se ha convertido en presencia absoluta. Sarah Palin sabe que un buen sustituto de lo fálico es una familia unida, regida por la autoridad de un patriarca del cual ella se postula su más autorizada intermediaria.
¡A marchar todos! Arr!
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