En México, la doctora Elisabeth Roudinesco dio un seminario sobre la familia rota, en el que dio cuenta de las transformaciones sociales que inciden sobre ésta y sobre el psicoanálisis mismo, por lo cual el qué hacer freudiano ha tenido que implementar cambios para dar cuenta de ellas y afrontar necesidades tanto pragmáticas como conceptuales.
Los nuevos tiempos nos enfrentan a los psicoanalistas a retos inimaginables ante una realidad cada vez más desconcertante, en la que se dan nuevas formas de subjetivación, de estructuración familiar, lo que nos impone mirar estos fenómenos desde una perspectiva distinta.
La familia contemporánea enfrenta rupturas y recomposiciones, al estilo de lo que sucede en la película: Los tuyos, los míos y los nuestros; aparecen nuevas formas de familia.
Emergen nuevas patologías.
Es frecuente toparnos con la realidad de niños homicidas o suicidas, abusados sexual y físicamente, mujeres maltratadas, violadas y asesisnadas, aunque ésto no es tan nuevo:
El sobrino de Hermine von Hug-Hellmuth asesinó a su tía-analista, a principios del siglo XX; en El pato salvaje, Henrik Ibsen nos hace el relato dramático de una niña suicida; mujeres violadas las ha habido desde siempre y basta ver la ópera Carmen de Bizet para enfrentarnos al asesinato de una mujer.
Y tal vez desde siempre ha habido pederastas, delincuentes y vándalos.
Pero lo que sí es cierto es que la familia tradicional ha entrado en crisis con un mayor aumento de:
Ø El madresolterismo.
Ø Los hermanos mayores que hacen de padres de los menores.
Ø Parejas homosexuales que aspiran a tener hijos adoptivos.
Ø Niños nacidos por fecundación artificial.
Con lo cual estas familias se hacen distintas e incapaces de transmitir el discurso axiológico de la familia tradicional, de tal forma que el psicoanálisis tiene que cambiar sus vértices para poder afrontar estas nuevas realidades, sin asumir posiciones dogmáticas e inamovibles, pues las certezas de antaño han sido cuestionadas por la realidad fáctica.
Roudinesco advierte del permanente riesgo de que el psicoanálisis se convierta en un dogma y que los psicoanalistas devengamos peritos dentro de determinados contextos sociales para evaluar y juzgar a las familias.
Y si la sociedad cambia el psicoanálisis tendrá que autorreflexionar ante cada cambio para pensar en el presente y el futuro, sin replegarse en una nostálgica mirada del pasado, máxime en un momento, en el que la gente intenta tratar sus problemas psíquicos con medicación, lo cual no quiere decir que los psicoanalistas debamos oponernos a ella, cuando ésta es pertinente pero sí criticar la ideología medicamentosa que se nos impone desde las transnacionales farmacológicas, al ofrecer píldoras mágicas, que se dan en exceso, mientras se olvidan de la condición trágica del ser humano, enfrentado con el deseo de un lado y la muerte del otro, situaciones existenciales que no se resuelven con pastillas, para ofrecernos un mundo feliz al estilo del que nos describiera Aldous Huxley.
Roudinesco critica a los psicoanalistas que ante las familias homosexuales dicen que no se corresponden con la triangulación edípica; por eso, invita a pensar en la transformación de nuestros conceptos, para que miremos con los ojos abiertos esas nuevas realidades que nos ofrece el mundo, lo importante es que dentro de estas nuevas formas de familia emerjan los tabúes fundamentales:
1. La prohibición del incesto.
2. La muerte del semejante
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