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E. BOTERO T.

martes, 25 de enero de 2011

ALGUNAS DIVAGACIONES SOBRE ESA COSA LLAMADA HUMOR



Por Santiago Varela 

La palabra “humor” nos remite al concepto de los humores que tenían los griegos en la antigüedad. Estos eran, básicamente, cuatro: la bilis, la flema, la sangre y la bilis negra. Luego, el término “humores” se extendió a todo lo que fuera alguna secreción del cuerpo, desde las lagañas, pasando por los mocos, hasta lo que usted quiera imaginar… Un asco.


Como ven, desde su origen, el humor no tiene nada de gracioso y eso de asociarlo a cosas que despedimos del cuerpo, es en realidad bastante repugnante. Tal vez así se intentara descalificarlo por su carácter trasgresor hacia una vida, que durante los siglos de preeminencia de la moral judeo-cristiana, obligatoriamente debía ser grave y formal. ¿O leyeron alguna vez que Dios -cualquier Dios- alguna vez se haya reído?  Otro ejemplo de esto de desvalorizar algo por el nombre, se da en las enfermedades venéreas, donde se utiliza a Venus, la bella y sensual diosa del amor, para referirse a los chancros.

Entonces ¿Por que no usamos otra palabra para nombrar a lo que nos causa gracia? La repuesta es: no lo se, no soy un teórico en estas cosas.

Sí es cierto que el humor, tal como lo conocemos hoy, utiliza con frecuencia para hacernos reír, imágenes y situaciones asquerosas y repulsivas. Pero más allá del recurso que utilice, la palabra clave es: “reír” El humor hace reír y el ser humano es el único animal que sabe -o puede- reírse.

Reírse es bueno, hasta los médicos que son gente muy seria lo dicen. También es sabido que es útil para exorcizar la angustia, de aquí el humor negro y los chistes que se cuentan en los velatorios.

Cada tanto aparece alguna investigación de alguna universidad, pongamos la de Minessotta, que afirma que los sujetos estudiados que se rieron 4 minutos diarios o más, incrementaron sus posibilidades de sobrevida en un 6,7%. Eso sí, además de reírse, ayudaría bastante que no los manden a Irak.

Podríamos decir que el humor es sanador, aunque no es bueno confiarse demasiado. Debemos recordar que el humor, requiere de códigos compartidos. Si intentamos hacer reír a otro que tiene códigos distintos a los nuestros, más que hacerlo reír, conseguiremos que no entienda, ponga cara de bragueta o simplemente nos quiera sacar a patadas. Esto último suele suceder con personas o doctrinas con poco sentido del humor.

Así sucede con el llamado “humor a costa del otro”, que lamentablemente está muy difundido. Mucha gente encuentra divertidísimo cargar, gastar al prójimo, sobre todo al distinto: a la gorda, al negro, al rengo, al que se equivoca o la víctima de una cámara oculta que hace que nos riamos todos menos él. Este estilo de reírse del otro, no con el otro, se encuentra muy difundido en la televisión, ya que se supone que da más rating… y eso es palabra santa.

Sobre este tipo de humor que toma al otro como objeto, no puede decirse que sea inocente. Después de Freud nadie puede hacerse el cándido o el desentendido frente a ciertos chistes, que quieren mostrarse como herramientas de humor, pero que en realidad son herramientas de agresión. Y de las peores, porque se dicen con una sonrisa, escondiendo la intencionalidad de decir algo que no podrían decir, por cobardía, de otra manera. Cuando esto sucede, nos enojamos y le paramos el carro, el tipo nos sale con un: “Che, que mala onda… si es un chiste…”

Sin embargo, el humor, el chiste y sus hermanitas la ironía y la sátira, pueden ser recursos validos para restaurar la dignidad cuando ésta corre peligro. En situaciones de opresión, donde el dominado no puede liberarse, el humor, al apodar ridiculizando al carcelero o al facilitar la risa entre los compañeros por un chiste a costa del dominador, ayuda a resistir y a apuntalar la dignidad. No estamos derrotados, aún podemos burlarnos y eso no lo pueden evitar por más grandes y poderosos que sean. Es más, cuanto más grandes y poderosos sean, más flancos ofrecen para ser ridiculizados. Como dice el psicoanalista Eduardo Botero Toro: Quien apela a la risa apela a la seriedad del drama por la vía de impedir quedar sometido a su imperio. Que es justamente lo que todos los fundamentalismos (y autoritarismos) procuran prohibir…

Esto nos lleva al humor político. Si bien es cierto que el humor político es naturalmente opositor, es fundamental tener en cuenta que la oposición que dignifica, es la que se ejerce contra el poder, y no siempre el poder coincide con la figura del gobierno. Si nos equivocamos en esto, podemos pensar que se satiriza y se desgasta al poder, cuando en realidad se apuntala al poder real que reside en los sectores hegemónicos del establishment. En nuestra historia reciente no hay mejor ejemplo que cuando los humoristas se ensañaron con el presidente Illia satirizándolo y comparándolo con una tortuga, suponiendo que se encontraban en la vereda de los opositores, cuando en realidad colaboraban con el verdadero poder -que no residía en el gobierno-.

Inclusive el mismo Tato Bores, que ya trabajaba por aquellos años, estuvo de acuerdo que en llamado Monólogo 2000, que yo escribiera en 1990, se incluyera el tema y a modo de mea culpa dijera textualmente: Ahí tuvimos un cacho la culpa todos porque los sindicatos, la C.G.T. le tiraba tortugas en Plaza de Mayo, los medios en contra, los periodistas en contra, los humoristas le hacíamos chistes -éramos una manga de boludos que para que le voy a contar…

TATO BORES Y SANTIAGO VARELA


Eventualidad que también nos puede pasar a los que hoy estamos en este oficio de hacer humor: que por algún motivo, nos convirtamos en una manga de boludos.

Pero esto sí, es otra historia.

SE REPRODUCE CON AUTORIZACIÓN DE SU AUTOR ESTE ARTÍCULO QUE ORIGINALMENTE APARECIÓ EN LA REVISTA "Ñ", EN LA EDICIÓN DEL 24 DE ENERO DE 2011. 

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