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E. BOTERO T.

lunes, 10 de enero de 2011

MEMORIAS CON UNA VIEJA CANCIÓN



PERO ME DUELE SI ME VOY...



Por Eduardo Botero Toro





“Cantando al sol como la cigarra…”
María Elena Walsh


¡Óyeme bien!  Los que hemos querido cambiar al mundo la hemos cagado muchas veces, es cierto, pero la hemos cagado infinitamente menos, mucho menos, que los que se obstinan en hacer que el mundo siga empeorando.  ¡Rebasa esa ética, ¿eh?!


Se le murió Marx a la revista Time y ¡zaz! América Latina empezó a cambiar su rumbo.  Stendhal redivivo: “Los muertos que vosotros matáis gozan de buena salud”.  Inéditos cruces vendrían a poblar lo que aquella supuesta muerte dejaba: un sincretismo entre catolicismo, marxismo y bolivarianismo extraño, vendría apostillado por Goethe: “La teoría es gris amigo mío, el árbol de la vida es verde”.


Entonces los mataores no supieron qué nueva canción había qué cantar y desempolvaron sus desvanes para sacar la estridencia de aquellos años 60, cuando la mafia, la CIA y el Pentágono, rumiaban aspavientos contra el triunfo de la Revolución Cubana.  Hoy se les escucha el mismo ronroneo que confirma de qué lado se sitúan los dinosaurios. 


“El árbol verde de la vida” avanza amenazando con instaurar los beneficios de la maleza, tan necesaria hoy más que nunca para descontaminar el ambiente que amenaza con asfixiarnos si continúa dependiendo de las decisiones de los mataores.  A medida que esto sucede, el gris de sus teorías se oscurece progresivamente cosa que si siguen caminando a tal velocidad de para atrás, serán ellos los que contribuyan a instalarnos en el comunismo primitivo… Pero no hay riesgo: ellos, hasta el esclavismo.  Todo lo demás, inclusive el Medioevo: terrorismo.


Habiendo “matado” a Marx (pero también a Nietzsche y a Freud y a Voltaire y a Mirebeau y a Sade y a todos los pensadores de la antigüedad…), curiosamente son ellos quienes más lo invocan.  Todo por nada: después de tantos años de observar para qué se quieren hacer ricos los capitalistas, hay que asombrarse de los precarios alcances de su deseo.  La silicona les basta para entusiasmarlos.  Y un carro bonito y poderoso.  Y el afán por recibir respeto (miedo) de los demás.  No es por otra cosa que hacen sus guerras: para conservar lo que llaman su estilo de vida. 


Hoy, con el fallecimiento de María Elena Walsh, compositora de La Cigarra y de otros muchos temas para adultos y para niños, la evoco con estas palabras mientras escucho, de nuevo, su canción.  Uno solo de sus muchos actos se me antoja el más revolucionario de todos: decidirse por tratar a los niños como seres humanos y no como estúpidos continuadores del narcisismo mataor de sus padres y demás adultos. 




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