ENTREVISTA CON JEAN ALLOUCH PUBLICADA POR EL PERIÓDICO EL MERCURIO DE CHILE, EL DOMINGO 7 DE NOVIEMBRE DE 2004
1- ¿Cuál es el fundamento por el cual Ud. propone considerar el psicoanálisis como una erotología?
¿Esta preocupación de aclarar de golpe lo que serían "fundamentos" es pertinente, en psicoanálisis?
Durante un tiempo, los matemáticos se preocuparon mucho de los fundamentos de su disciplina, hasta que Gödel les demuestra matemáticamente, obvio, que no podía de ninguna otra manera ser establecido. Y ¿en adelante? Se fijan, no les importa un comino! Esto no les impide trabajar, cada uno en su sector. Ciertamente, el psicoanálisis no tuvo la suerte de haber vivido tal experiencia que no tenía, pensándolo bien, nada de fastidioso. Sin embargo, mas vale dejar de lado, como los matemáticos hoy en día, la cuestión del o de los fundamento(s). Así pues, más que algo fundamental, yo diría trivial, incluso tonto, mi observación según la cual la psicología es una erotología. ¿Como no podríamos calificar de "erótica" una experiencia en donde es cuestión permanente, el deseo, el goce, la satisfacción pulsional, la transferencia amorosa, de odio, de drama, de duelo, etc.? Lo que me sorprende es que estemos hoy día sorprendidos por tal observación, la cual no habría disgustado ni a Freud, ni a su querida hija Anna, ni a Ferenczi, ni a Abraham, ni a Klein, ni a Lacan, nadie, a decir verdad, de los psicoanalistas que nos han precedido.
2- ¿Cuáles con los riesgos desde su punto de vista de la etificación del psicoanálisis?
Occidente sufre hoy día una ola de moralización de la cual no estoy seguro que exista ningún precedente,
en cuanto a su imposición, en cuando a su pesadez, (leer Ovide o Martial, ver cual era la libertad de las costumbres que ellos testifican). Soñamos, aquí, a lo que era Francia bajo el gobierno del mariscal Pétain. Y la actual lucha contra el terrorismo añadió un esfuerzo suplementario. Es una experiencia bien extraña de ver una sociedad, la nuestra, precipitarse directamente en el muro de esta moralización de tomo y lomo. Sin duda, Michel Foucault, queda como el mejor analista (él decía " arqueólogo"). "Biopolítico", "biopoder" son términos claves, y designan hechos nuevos, una carta nueva. Ahora bien, a mi estupefacción y a la de algunos otros, ciertos psicoanalistas contribuyen a eso, alimentando de su pretendido saber psicoanalítico lo que es necesario denominar las fuerzas del orden social. No descuidan que uno puede ser un opositor y, no menos que el poder contra el cual uno se subleva, militar en una orden. Imaginémonos que los psicoanalistas en su conjunto se precipitan en esta trampa tendida a la psicología, en este llamado a un “súper ego cultural” (Freud lo llamaba así, asegurando que semejante instancia existe y estoy de acuerdo con él): simplemente sería el término del psicoanálisis, fin de Freud, fin de Lacan. Sobretodo finalizada (puesto que no es en ellos mismos que ellos importen), esta oportunidad ofrecida a la locura de hacerse oír y que se
llamó “psicoanálisis”.
3- Desde que Lacan pronuncia su famosa frase: “no hay relación sexual”, el curso de los acontecimientos sociales ha llevado forzosamente a una desmitificación de los géneros (masculino/femenino) ¿Ud. piensa de alguna manera que el soporte argumentativo de esta frase ha sido olvidado por los analistas?
Si, es cierto, la frase es famosa. No estoy seguro de que haya sido entendida, ni tampoco seguro que haya
podido ser olvidada. Es una de las más difíciles en ser comprendida, de las más inaccesibles, en despecho de la aparente evidencia de su sentido, tanto es insistente y proteiforme la concepción según la cual habría una relación entre hombre y mujer. Critíquela aquí (por ej. En Weininger, donde la relación sexual estaba formalizada) y usted la verá surgir en otra parte, formulada de otra manera pero siempre tan vivaz. ¿Sería actualmente el caso de los gender studies?. No está excluido que el actual éxito del concepto “género”, a pesar de su incontestable valor histórico, no esté al servicio y no encuentre sus cimientos en una versión renovada de la existencia de una relación sexual.
4- Ud. se refiere al psicoanálisis como a un discurso marginal, parasitario, que no participa en la constituciónde la norma social ¿Es posible entonces establecer desde el psicoanálisis conclusiones universales sobre la realidad humana, como lo hacen algunos psicoanalistas como Charles Merman o René Mayor, por ejemplo?
El primero que Ud. menciona pone la sociedad entera sobre su diván y para darles golpes con un bastón.
Denuncia por escrito que hay en mí una “desviación ética” que según él, habría tenido su punto de partida en mi preocupación por la literalidad. ¿Una tal preocupación, una tal ascesis se encuentra activamente presente en Freud y también en Lacan? Abra cualquiera página del Traumdeutung y tendrá la respuesta. El segundo parecerá satisfacer un deseo de Jacques Derrida que de hecho el plagia (lo demostré y lo publiqué sin ser desmentido) avanza en el escenario mundial haciendo reflejar una futileza: el psicoanálisis podría contribuir a la definición de la democracia, aportar a la democracia su indispensable contribución. ¡Que buena noticia! ¡El inconsciente, la transferencia, la repetición, la pulsión serían demócratas! ¿La relación analítica lo sería también? ¿Es necesario comentar?
5- El psicoanálisis como erotología pone la responsabilidad de este en lo sexual ¿Hasta que punto lo sexual debe ser desmitificado al interior de la práctica psicoanalítica que Ud. postula?
Foucault, escribía muy recientemente Philippe Ariès, “hizo temblar el suelo bajo nuestros pies”. Nada es
más exacto. Gracias a este temblor, que, por lo demás, fue presidido y seguido por otras sacudidas (estudios feministas, gays y lesbianas, queer theory), un cierto número de referencias – sobre las cuales el psicoanálisis se apoyaba o también, sin saberlo, contribuían a fundamentar en la cultura y en los comportamientos – se tornaron problemáticas y felizmente problemáticas. Es lo que concierne al concepto “sexualidad” del cual Foucault dibujó la cartografía, designó los límites históricos, hizo valer las posturas del poder. Inscribir “erotología” ahí en donde hasta ahora era cuestión de sexualidad, este gesto vuelve a decir a los psicólogos: “Dejemos pues la sexualidad al goce de los sexólogos, no es nuestro asunto”.
6- Lacan propone una escritura de la relación sexual haciendo del psicoanálisis una erotología, Ud. se refiere a esta práctica como una erotología mutante y mediadora, un eros ¿Cómo pensar la erotología analítica que Ud. propone al interior de la clínica?
El temblor que evocaba al momento no habría tenido efectos sobre lo que un psicoanálisis bajo mirada y
control médico llamaba su “clínica” y que, integralmente, se presentaba como una nosografía (incluso en Lacan, a pesar de numerosas y decisivas reservas). La homosexualidad, como también la transexualidad fueron despatologizadas, y es mejor. Pero, nótenlo, el mérito no es de los psiquiatras ni de los psicoanalistas, el mérito es de los gays y de los trans, que tuvieron que luchar por eso. ¿En qué ayudamos a los transexuales llamándolos psicóticos (también Lacan)? Es más bien un callejón sin salida en que se los ubicaba. ¿Quién hablará en el futuro sobre el daño considerable que este psicoanálisis medicalizado hizo a los que supieron, para liberarse por fin de su dominio, reunirse en comunidad? No se trata de un daño colateral u local. Es todo el edificio nosográfico, con su clasificación central (neurosis/psicosis/perversión) que se derrumbó (aunque sigan ignorándola). Para ser sinceros, Lacan no había esperado estos acontecimientos para poner en duda dicha clínica. Avanzar, como lo hizo, que la clínica no tenga nada más que “lo que dice el psicoanalizante sobre el diván”, equivalía volver a poner el psicoanálisis en ese lugar en el cual no supo decididamente habitar, en su lugar, en este lugar en donde, con algunas pacientes de Freud, simplemente
nació, en ese lugar que no es más que la singularidad de cada psicoanálisis. ¿Tengo necesidad, psicoanalista, de identificar el paciente como histérico, o psicótico o sepa Dios qué, black o white, además hombre o mujer? No. Más bien me encuentro en la necesidad radical de abstenerme si mi intervención debe desembocar en su liberador término, si debo prescindir yo mismo como ese objeto erótico que el analizante rechazará para poder finalmente disponer de un mínimo de bienestar en su vida.
7- ¿Podría referirse a la lógica de los géneros masculino/femenino al interior de la erotología analítica que Ud. postula?
Esta cuestión también me preocupa. Y últimamente leyendo a David Halperin, he llegado a responder
negativamente. El concepto de “género” no tiene, a mi parecer, que intervenir en el campo freudiano. Esta respuesta teórica es también política: dejemos a la investigación desarrollarse cada una en su especificidad. Hagamos lo más agudo posible las confrontaciones. (lo que su amalgama obstruiría)
8- El deseo es lo fundamental en tanto el fin del psicoanálisis consiste en la identificación por parte del analizante entre su deseo y su verdad ¿Cuál es la óptica con la cual el deseo es visto por la erotología analítica y cómo se establece el fin del análisis para ella?
No hablaría del fin de análisis (en el sentido de un posible cierre) en los términos que orienta su pregunta.
Después de haber hecho sufrir a la verdad un primer ataque (la verdad no puede jamás decirse, sólo se puede mediodecir, decir a medias), Lacan redujo mucho más las pretensiones, al no llamarla más “verdad” sino “varité”, insistiendo pues, muy foucaultianamente en eso, puesto que la verdad varía. Es más bien de este poco de verdad que se trata el final del recorrido psicoanalítico, de una relación a lo simbólico que “dejando la iniciativa a las palabras” (como lo deseaba Mallarmé), no se preocupa ya de otra verdad, la del deseo, iniciativa misma.
9- ¿Cuál es la posición que la erotología analítica toma con respecto al saber del analista y del analizante al interior de la práctica psicoanalítica?
Creyendo saber, o peor aún, manifestándose como sabiendo ante el analizante, el psicoanalista se destituye
a sí mismo (se trata de una forma de suicidio) de su posición de sujeto que supone saber. Esto no quiere decir que no tenga nada a saber, ni nada que decir al paciente de este saber que el analizante le endosa sin saberlo. Ya que, en este caso también, en el cual podríamos pensar que sale de su silencio, persiste en dar cuerpo al sujeto supuesto saber.
10- Ud. relee e interpreta la Historia de la Sexualidad del Sr. Foucault. ¿En qué sentido la sexualidad puede ser historizable al interior del psicoanálisis?
¿No habré ya a lo menos parcialmente respondido?
11- ¿En qué medida el método genealógico puede aportar la psiconanálisis?
No aporta nada directamente. Hay, sí, un método freudiano, puesto en obra para cada psicoanálisis efectivo.
Lo que llaman “método genealógico” es otro, y no hay ningún interés en mezclar los dos. En cambio, los resultados, locales, de los trabajos digamos “foucaultianos” nos importan. Y mucho. No hemos terminado con el temblor. Propongo que nos dejemos, del lado de Lacan, desestabilizar por ellos. El psicoanalista, por lo menos tal como Lacan lo deseaba, esta lejos de la posición que consiste en decir: “No tengo que recibir lecciones de nadie” Dicha posición puede hasta presentarse como el que da la lección. ¿No es encontrarse al revés y a contrapelo de Freud que, de aquellas que llamaba histéricas, supo plenamente recibir la lección?
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