Eduardo Botero
¡Bala Madre! Tu hijo, el bobito, ha aparecido –quién lo creyera- vestido, él muy, de camuflado; Ocaña fue su tumba, madre, allá lo encontraron después de haber caído en combate contra las fuerzas del orden. Ve por él y hónralo en su entierro, la fuerza de los corruptos lo ha transformado en héroe popular, en guerrillero heroico, cualquiera no lo es, madre, cualquiera no… el Ché, Camilo, Bravo…
¡Bala Madre! ¡Bala! Todos los Perifistín Chibolaure han sido premiados por la Divina Providencia que dejó la sordera a tus ruegos de manzanilla eclesial, de proveedora perpetua de las necesidades parroquiales, y les ha concedido un dinerillo, unas cuantas moneditas, unas bendecidas platicas por las que no deberán pagar un solo céntimo. Benditito sea midiositolindo.
¡Bala Madre! ¡Bala ya! ¡Bala más que cuando aquellos asesinos hicieron alarde, por televisión, de puntería, tumbando al bobito que corría enloquecido por la montaña lejana!
¡Bala Madre! Todos somos tus corderos de Dios, tus bobitos asustados, tus hijos defectuosos, tus hijos perdedores. ¡Bala por todos nosotros pecadores! Los Perifistín Chibolaure festejan estas navidades sintiéndose privilegiados de un Dios que no puede ser el tuyo, Madre. ¡Bala Madre! ¡Bala! Ovejita pastora, intercede con tu balido de dolor ante tu hijo adolorido y ante su padre preocupado: ¡Bala!
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