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E. BOTERO T.

lunes, 20 de septiembre de 2010

OBLIGACIÓN Y DESCANSO

Hoy –discúlpame, he abjurado de mi amor por ti. No porque se haya vuelto pesado ni cosa parecida, a esta edad adoramos las rutinas con el mismo amor que en la adolescencia adoramos las aventuras. La vida se vuelve un equilibrio. Y gozamos con este. Por lo menos yo. No sé tú, pero yo… 

He abjurado del amor por ti porque en su libreto apareciste tal cuál eres en frente de mi, tal cual soy. Entonces evoqué los cuerpos que hace veinte años se encontraron y pactaron hacer más que decirse cosas. Cada uno, un enigma, lo de los dos, otro. Tres enigmas y ningún afán por despejar las incógnitas. Se las dejamos al viento, a la suerte, al azar. 

Favorecidos por el buen tiempo estamos hoy, aquí, los dos, más arrugados que nunca todavía queriendo reírnos, como hace veinte años, de los dos, de lo nuestro, de nuestra osadía. 

Pero hoy vacilé en reírme de mí. Me sentí solemne como el presidente de la república. Y entonces tampoco pude reírme de ti. Y tomé conciencia de que estamos viejos, que el tiempo ha pasado, las hijas se están marchando y la punta de anca se ha puesto por las nubes, incomprable. 

Nunca había pasado que después de amarnos tuviéramos que levantarnos presurosos para no pasarnos de la fecha límite de pago de los servicios públicos. Añoré el cigarrillito post, los carrizos desnudos, enredar en mis dedos tu pelo, la celebración de lo acontecido, las risas maliciosas, las repeticiones probables, el pensamiento íntimo de sentirme orgulloso por haber logrado la atención de tu cuerpo, las rememoraciones de viejos y viejas amantes –en ese equilibrio democrático con respecto del cual a veces yo vacilaba aunque mantenía mi semblante de macho comprensivo y que ni tu me creías-, el hacer círculos de humo y echarlos como globos al aire, la pregunta por el otro vinito… ¿Querés? 

Todo eso reemplazado por ir corriendo a pagar los servicios públicos. 

Abjuré de mi amor por ti, me digo, hoy, casi vencido: no hay derecho, caramba, no hay derecho obligación de mierda, está bien, te he aceptado para hacer posible lo deseable, siempre he procurado estar al día contigo obligación maldita, pero por qué, justamente, esta tarde, por qué… 

Abjuré de mi flaqueza, también ella parte de mi amor por ti, de mi cobardía, de mi pusilanimidad, de mi falta de coraje. Te lo dije todo el tiempo, mientras corríamos al lugar del pago, soy un boludo, un pelotudo, un imbécil. Entonces tú, maravillosa como el primer día de los dos, me dijiste: es que este es el segundo mes sin pago, si no pagamos hoy, mañana los cortan. 

Caramba, vieja, te pregunté: ¿dónde fue que vos estudiaste psicología? Y volvimos a reírnos, nos fumamos un cigarrillo, hicimos carrizo pero en el petit café del centro, evocamos democrática y recíprocamente viejos y viejas amantes, hicimos volutas de humo, jugué con tu pelo enredándose en mis dedos, hicimos chistes maliciosos, y volví a sentirme orgulloso de mí por haber captado la atención deseante de tus ojos claros desde hace 20 años hasta hoy. 

Pero alcancé, hoy, a abjurar de mi amor por ti. Y me perdono. 

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