Mi problema es el alcohol, le dije.
Ella me sonrió diciéndome, su problema es haber vuelto problema el placer.
¿Y dónde deja el acohol?, pregunté.
En el bar, allì no más, señalándome una mesa repleta de botellas.
Entonces bebamos, exclamé.
No -me dijo a manera de explicación- usted es demasiado aburrido... se repite insoportable y se parece a todos los abstemios que hacen de su abstinencia una religión, mire cómo se queja...
¿Cómo?, pregunté.
"Mi problema es el alcohol", "Mi problema es el alcohol", "Mi problema es el alcohol"... ¿No le suena a jaculatoria?
No, respondí molesto. No me suena a jaculatoria sino a verdad. Por el alcohol lo perdí todo.
Entonces me concede usted la razón, su problema es que perdió todo buscando el alcohol como remedio, eso es más grave que beber.
¿Cómo así?
Perdió todo, como todos perdimos el todo cuando tuvimos que aceptar hacer solos la vida, sin depender absolutamente de un otro dispensador complaciente.
No le entiendo.
¿No me entiende o no está de acuerdo?
No, no le entiendo. Usted es muy difícil de entender. Yo soy una persona elemental, casi inocente, apenas sí me preocupan las cosas elementales. Odio todo lo que tenga que ver con lo intelectual, empezando por los intelectuales, unos presumidos.
Me concede la razón, su problema no es el alcohol, su problema es con el saber.
¿Con el saber qué?
Con el saber que, habiendo perdido todo, no le quedaba otro camino que chupar.
Ah...
Como cuando lo tenía todo o, corrijo, cuando ella era el todo.
¿Ella? ¿Quién?
Usted sabe a quién me refiero.
No le admito que irrespete su memoria, fue una buena mujer.
No me cabe la menor duda de que lo fue, pero, seguir pensando durante toda la vida que ella era el todo... ahí tiene no más, una pinche botella reemplazándola.
¿Como un biberón?
Algo así. Pero más exactamente, como el chupo.
Ah caramba...
Querer no saber nada acerca de eso lleva a excederse, a despilfarrar, a suponerse redentor o mesías, a equiparar el placer con el sufrimiento, a hacer todo lo que esté al alcance para acabar con el buen placer.
Me dice que yo me he buscado todo esto.
Lo digo y lo reafirmo: lo que hace lo pone en paz con las sentencias originarias con las cuales usted se fue haciendo grandecito. Le dijeron que el alcohol era malo y usted se ha encargado de servir como modelo de eso que supone es una verdad absoluta.
Me está apenas empezando a sonar aquello de la jaculatoria.
¿Lo ve? Usted se ha vuelto su monaguillo. Es como un curita in diminutio, un padrecito.
Ah, caramba, exclamé. Y me fui a tratar de repetir con la escritura estas palabras...
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