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E. BOTERO T.

sábado, 18 de septiembre de 2010

EXPECTATIVA DE VIAJE




Ir al sur, pero ahora sí… en serio, quiero decir, de verdad.  Durante muchos años el sur ha ocupado mis días: el tango, la zamba, el candombé, Quinteto Tiempo, Cafrune, Guaraní, Sossa, Goyeneche… Sí: todos estos pero muchos más.  También Borges, Sábato, Cortázar, Quino, el Ché.  Los Cuatro Cuartos, Las Cuatro Brujas, ¡ay! ¡pero si es que he vivido prácticamente copado por el sur!

La Paloma, esa maravillosa corta novela de Suskind, me hizo caer en la cuenta de que el Sur es también la proyección, en el mapa de los bajos del cuerpo.  Buscar el sur, encontrar el sur, definitivamente nos vincula con el hallazgo de la genitalidad, postrimera y fecunda realización del deseo.  Allá, entonces, también la infancia.  Una muchacha que nos hizo conocer somáticas metáforas de la fruta jugosa, un encuentro calurosamente prolijo en silencios, la carne, la tierra de la carne, esa que abasteció a la Europa empobrecida después de la postguerra.

Niebla del Riachuelo, definitivamente –y para mí- es El Tango.  En la voz del Polaco, indudablemente.  Pero también  por Edmundo Rivero.  Y hasta por Calamaro, ese  que me ha posibilitado el encuentro con mi hija menor a través del tango.

Tal vez allá también me espere la evocación de aquella esquina de Medellín por la que no me atrevo, aún, a pasar…

Tal vez pueda percibir el palpitar todavía el corazón agonizante de ese varón llamado Zurdo Cruz Medina… ese prohombre de la discreción y el coraje, cuyo recuerdo nos hace pensar en que los actuales maleantes ni siquiera se aferran al silencio de una complicidad vivida hasta la muerte.

O tal vez, en algún lugar del gran Buenos Aires, pueda avanzar en la respuesta a muchas preguntas que todavía acosan mis días.

Seguro que habrá encuentro.  Veinte años, contradiciendo la aseveración del tango, es mucho y los amigos de la revista Topia los están cumpliendo.  Ser editor de revistas me autoriza a asombrarme con este inocultable éxito que se atraviesa como piedra al Pensamiento Único.  Y con César Hasaki, ese sesentón que todavía piensa el mundo desde la adolescencia ilustrada.

Seguro abrazare la brisa y me dejaré tocar todo por ella.  Y volveré aquí más convencido de que el universo entero podrá salvarse el día que el sur y todas sus polisemias sean escuchados.


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