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E. BOTERO T.

sábado, 18 de septiembre de 2010

HOBBES Y LAS SENSACIONES


El Capítulo I de la primera parte del Leviatán[1] comienza de este modo:

Por lo que respecta a los pensamientos del hombre quiero considerarlos en primer término singularmente, y luego en su conjunto, es decir, en su dependencia mutua[2].

Obsérvese que es de los pensamientos que Hobbes va a tratar, como si pensamientos y sensaciones se homologaran. Esto constituye un tema fundamental a esclarecer toda vez que la sensopercepción y el pensamiento se consideran separadas una del otro privilegiando la asociación entre pensamiento y lenguaje y considerando a las primeras en el ámbito de lo estrictamente localizable. 

Lo importante a considerar en este estudio es que los pensamientos son considerados como representaciones o apariencia de los cuerpos que son exteriores a nosotros.  Representación o apariencia de lo que comúnmente denominamos objeto.

Singularmente cada uno de ellos es una representación o apariencia de cierta cualidad o de otro accidente de un cuerpo exterior a nosotros, de lo que comúnmente llamamos objeto[3].

Este objeto tiene como propiedad o como cualidad una actuación sobre el percipiens, en tanto que

…dicho objeto actúa sobre los ojos, oídos y otras partes del cuerpo humano, y por su diversidad de actuación produce diversidad de apariencias[4].
Hobbes considera un elemento primordial para desarrollar su idea: para él no existe ninguna concepción en el intelecto del hombre que no proceda de los órganos de los sentidos.  La sensación, pues, estaría en el origen de toda esa actuación del objeto que, percibida, por su complejidad, sería el pensamiento mismo.

Aunque Hobbes advierte que para la causa del Leviatán no sea indispensable desarrollar in extenso su teoría acerca de la causa natural de las sensaciones, la síntesis que nos ofrece a continuación revela fielmente el modo en que el pensamiento rige la concepción sobre la sensación. 

Hobbes sitúa la causa de la sensación en el exterior del percipiens: se trata de la actuación del objeto externo sobre el órgano.  Inmediata para el caso del gusto o el tacto, mediata para el caso de la vista, el oído y el olfato*.  Los nervios y otras fibras conducirían dicha acción hasta el cerebro y el corazón generando en el corazón una resistencia, un esfuerzo para liberarse de la carga que le ha sido impuesta.  Este último esfuerzo, dirigido hacia fuera, da la impresión de algo externo.  Hobbes lo significa de este modo:

Esta apariencia o fantasía, es lo que los hombres llaman sensación, y consiste para el ojo en una luz o color figurado; para el oído en un sonido; para la pituitaria en un olor;  para la lengua o el paladar en un sabor; para el resto del cuerpo en calor, frío, dureza, suavidad y otras diversas cualidades que por medio de la sensación discernimos[5].

Queda explícito: la sensación tiene la cualidad del pensamiento pues mediante ella es que discernimos las cualidades del objeto externo, y a la que le son intrínsecos los conceptos de apariencia y de fantasía.

Sensibles denomina Hobbes a todas las cualidades que no son otra cosa que movimientos en la materia, movimientos que están allí para actuar sobre el que los perciba.  Movimiento en  el objeto y, al mismo tiempo, movimiento en quien lo percibe.

Pero lo más importante a considerar es que Hobbes considera que dichas cualidades no están propiamente en los cuerpos por lo que es posible separarlos de ellos y en tal sentido radicaría la actuación del objeto y sus posibilidades de viajar a través de los nervios hasta el cerebro y el corazón.  Si no pudieran desprenderse de los objetos sería imposible su traslado.  De este modo “la cosa vista se encuentra en una parte, y la apariencia en otra”.

Y aunque a cierta distancia lo real, el objeto visto parece revestido por la fantasía que en nosotros produce, lo cierto es que una cosa es el objeto y otra la imagen o fantasía.  Así que las sensaciones, en todos los casos, no son otra cosa que fantasía original, causada, como ha he dicho, por la presión, es decir, por los movimientos de las cosas externas sobre nuestros, ojos, oídos y otros órganos[6].

Este capítulo es finalizado por Hobbes mediante una polémica con “las escuelas filosóficas en todas las Universidad de la Cristiandad”, las cuales se apoyarían en Aristóteles para enseñar una doctrina muy distinta y que adjudica a los objetos externos la emisión de sus cualidades restringiendo el percipiens a la sola recepción. 

... y dicen, por lo que respecta a la visión, que la cosa vista emite de sí, por todas partes, una especie visible, aparición o aspecto, o  cosa vista; la recepción de ello por el ojo constituye la visión (…) Incluso por lo que respecta a la causa de la comprensión, dicen que la cosa comprendida emana de sí una especie inteligible, es decir un inteligible que al llegar a la comprensión nos hace comprender[7].

Para los propósitos de Hobbes con su Leviatán resultaba fundamental mostrar no solamente la equivocación basada en Aristóteles sino, además, demostrar las consecuencias a que daba lugar cuando en lugar del objeto material se consideraban otros objetos, aquellos susceptibles de ser comprendidos.

 




[1] Hobbes, T. Leviatán, FCE, México, 2000
[2] Ibid. Pág. 6
[3] Ibid. Pág. 6
[4] Ibid. Pág. 6
* Las nociones de distancia e inmediatez son cruciales en la concepción hobbesiana.  En Human Nature (Cfr: English Works, sir William Molesworth [ed.], John Bohn, Londres, 1839-1845), explica que la memoria depende  del alejarse o acercarse de algo, en tanto que el alejamiento llevaría a la pérdida de los detalles.
[5] Ibid. Pág. 7
[6] Ibid. Pág. 7
[7] Ibid, pp. 7-8

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