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E. BOTERO T.

sábado, 18 de septiembre de 2010

¿FREUD Y EL QUIJOTE ENTREVISTOS EN EL LEVIATÁN?



El Leviatán de Hobbes se las trae en cuanto antecedente que merece lugar especial en la historia de la comprensión del entendimiento humano.  Nuestros buenos amigos que repulsan la obra del inglés dan muestras de negligencia al resistirse a su lectura, la de quien puede considerarse el hombre sobre el que se levanta Locke, influencia directa sobre Condillac, filósofo por excelencia del grupo de los Ideólogos entre los cuales se destaca un Philippe Pinel, considerado por todos padre de la psiquiatría.

Por nuestra parte la lectura del Leviatán continúa arrojándonos sorpresas que estamos dispuestos a comunicar en esta escritura.  Esta vez la sorpresa tiene que ver con El Quijote y con Freud, recordando que Leviatán es escrito 46 años después del primero y 250 años antes que la Traumdeutung de Freud.

El capítulo II de la primera parte en el Leviatán[1], titulado De la Imaginación, ofrece oportunidad para evocar los dos personajes mencionados.  En dicho capítulo hay referencia a imaginación en tanto que fantasía y movimiento propio en el sujeto y diferencias con respecto de la memoria, esta última conservando su dependencia de la distancia o de la cercanía del objeto.

EL QUIJOTE

Hobbes considera que la distancia opera como determinante con respecto de la decadencia de una sensación.  Es a la sensación decadente a la que Hobbes denomina imaginación.  Pero la expresión del decaimiento y la atenuación de la sensación, es lo que Hobbes denomina memoria.  A su vez: a la memoria copiosa o la memoria de muchas cosas, la denomina experiencia.

Es interesante que la diferencia de la imaginación establezca la diferencia entre la memoria perceptual y la fantasía propiamente dicha:

La imaginación se refiere solamente a aquellas cosas que antes han sido percibidas por los sentidos, bien sea de una vez o por partes, en tiempos diversos; la primera (que consiste en la imaginación del objeto entero tal como fue presentado a los sentidos) es simple imaginación; así ocurre cuando alguien imagina a un hombre o un caballo que vio anteriormente.  La otra es compuesta, como cuando de la visión de un hombre en cierta ocasión, y de un caballo en otra, componemos en nuestra mente la imagen de un centauro[2].

La percepción es condición para la imaginación, evidentemente, pero en la fabricación de la fantasía es preciso agregar la memoria, siendo la fantasía una composición que modifica lo percibido y crea un nuevo objeto. 

Con base en esto se introduce la invocación de una temática dentro de la cual cabe la narración cervantina. 

Así, también, cuando un hombre combina la imagen de su propia persona con la imagen de las acciones de otro hombre; por ejemplo, cuando un hombre se imagina a sí mismo ser un Hércules o un Alejandro (cosa que ocurre con frecuencia a quienes leen novelas en abundancia), se trata de una imaginación compuesta, pero propiamente de una ficción mental[3].

La acción, no cabe la menor duda, cae bajo el determinismo exclusivamente de lo mental.  Si alguien duda al respecto, lea con atención el siguiente fragmento en el mismo párrafo citado:

Existen también otras imágenes que se producen en los hombres (aunque en estado de vigilia) a causa de una gran impresión recibida por los sentidos.  Por ejemplo, cuando se mira fijamente al sol, la impresión deja ante nuestros ojos, durante largo tiempo, una imagen de dicho astro; cuando se mira con fijeza y de un modo prolongado figuras geométricas, el hombre en la obscuridad (aunque esté despierto) tiene luego imágenes de líneas y ángulos ante sus ojos: este género de fantasía no tiene nombre particular, por ser algo que comúnmente no cae bajo el discurso humano[4].


LA TRAUMDEUTUNG FREUDIANA

Dos siglos y medio después Freud publica su Interpretación de los Sueños (Traumdeutung)[5].  En 1914 agrega una nota sobre Hobbes, que él ha tomado de Havellock Ellis (1911).  

Con las sensaciones bajo el estado de sueño, Hobbes no deja de sorprendernos anticipándose a lo que los investigadores señalaran siglos después.  Una curiosidad especulativa por lo pronto: cuando estamos despiertos sabemos que lo estamos, sabemos que no soñamos, pero cuando dormimos me pienso estando despierto[6].

Recordemos que toda la primera parte de la Traumdeutung, contiene, en rigurosa presentación, las investigaciones médicas realizadas con respecto al acto de soñar durante el dormir destacando que las impresiones sensoriales están en condiciones de transformarse en imágenes oníricas.  Esa será una vía de investigación que Freud dejará solamente como constancia de un estado del arte que encontrará en su obra otro camino muy diferente.  No obstante ya en Hobbes encontramos referencias a tono con esa primera parte de la obra freudiana.

Así acontece que cuando se tiene frío estando echado se sueña con cosas de terror, y surge la idea e imagen de algún objeto temible (siendo recíproco el movimiento del cerebro a las partes internas, y de las partes internas al cerebro); del mismo modo que la cólera causa calor en algunas partes del cuerpo cuando estamos despiertos, así, cuando dormimos, el exceso de calor de las mismas partes causa cólera, y engendra en el cerebro la imagen de un enemigo[7].

UNA DIFICULTAD ADICIONAL

Ya no se trata del dormir sino de un estado especial de la vigilia, aquel que acontece al hombre que, despierto, está lleno de terribles pensamientos y con la consciencia perturbada y que los demás perciben como prisionero de un estado confusional. Hobbes llamará  ensueños las imágenes que le ocurren al individuo que se encuentra en tal estado.

Hobbes cita la visión que los historiadores cuentan de Marco Bruto, después de haber asesinado a quien le había depositado todo su afecto y confianza, Julio César.  Hobbes apela a las circunstancias que rodean a Marco Bruto para explicar sus alucinaciones. 

Hallándose sentado en su tienda, pensativo y conturbado por el acto cometido, no fue difícil para él, aterido de frío como estaba, soñar acerca de lo que más le afligía; ese mismo temor le hizo despertar gradualmente, con lo cual la aparición fue desvaneciéndose poco a poco.  Y como no tenía seguridad de estar durmiendo, no había motivo para pensar que todo ello fuera un ensueño ni cosa distinta de una visión.  Esta eventualidad no es muy rara, pues incluso los que están perfectamente despiertos, cuando tienen miedo y son supersticiosos, y se hallan poseídos por terribles ideas, al estar solos en la obscuridad se ven sujetos a tales fantasías, y creen ver espíritus y fantasmas de hombres muertos paseándose por los cementerios.  En todo ello no hay otra cosa que su fantasía, o bien el fraude de ciertas personas que, abusando del temor ajeno, pasan disfrazadas, durante la noche, por lugares que desean frecuentar sin ser conocidas[8]*.

Freud no corrió con la mejor suerte tratando de diferenciar las imágenes oníricas de las alucinaciones visuales, pero comparte con Hobbes la estrecha relación que estas últimas tienen con los acontecimientos vividos por el sujeto en combinación con el particular estado de ánimo, sacando al cerebro de todo determinismo.

UNA ADVERTENCIA DE ACTUALIDAD

Algo va de 1651, año de publicación del Leviatán, a 2010, nuestro presente.  Sin embargo una nueva jugada del tiempo lógico hace notar su existencia: la creencia renovada en la influencia de la divinidad y su antípoda fantástica sobre el pensamiento y las acciones humanas.  Hobbes cierra su capítulo haciendo una advertencia perentoria a las escuelas de la época las cuales, según él, tienden a alimentar tales doctrinas:

Porque (no sabiendo lo que son la imaginación y las sensaciones) enseñan aquello que por tradición conocen.  Así afirman algunos que las imaginaciones surgen en nosotros mismos y no tienen causa.  Otros aseguran que más comúnmente se producen por obra de la voluntad; que los pensamientos buenos son inspirados en el hombre por Dios, y los pensamientos malvados por el demonio: o que los pensamientos buenos resultan imbuídos (infusos) en el hombre por Dios, y los malignos por el demonio.  Algunos dicen que los sentidos reciben las especies de las cosas y las entregan al sentido común: que el sentido común las transmite a la fantasía, y ésta a la memoria, y la memoria al juicio; lo cual parece pura tradición de cosas, con muchas palabras que no ayudan a la comprensión[9]. 

No sobra advertir de la actualidad de esta crítica más en nuestro medio cuando el pensamiento medieval parece resucitar en medio de las afugias producidas por el desencanto con la razón y el fracaso de esta por demostrar posible un mundo mejor que aquel de la Inquisición, la espada y la cruz.










 




[1] Hobbes, T., Leviatán, FCE, México, 2000.
[2] Ibid, pág. 11.
[3] Ibid, p. 11
[4] Ibid, p. 11
[5] Freud, S. Obras Completas, T. V., Amorrortu Editores, p. 536
[6] Hobbes, T. Op. cit. p. 12
[7] Ibid, p. 12
[8] Ibid, p. 13
* La leyenda de un personaje del folklor colombiano, la llorona, es elocuente: para pasar su mercancía, los contrabandistas de quina y de tabaco en horas de la noche, cuando se aproximaban a un retén de rentas departamentales, ponían a un imitador a gritar como la llorona, haciendo que los guardas se guarecieran en la edificación literalmente muertos de miedo.  Lo que habla de una habilidad que se expresa valida del pobrísimo nivel intelectual de los guardianes. 
[9] Ibid, pp. 14-5

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