Querido Eduardo:
Tu artículo es excelente. Tanto por lo que sostiene directamente y las conclusiones que permite extraer como por las posibilidades de pensar (sin miedo), en una fenomenología del Temor. A propósito de este pensar sin miedo, ya Francisco de Quevedo y Villegas había dicho que "el ánimo que piensa en lo que puede temer, empieza a temer en lo que puede pensar". Y es que en verdad, la prudencia, utilizada como modo de apaciguamiento de la voluntad crítica y combativa, es uno de los disfraces del temor y hermana de la parálisis intelectual. Se hace hace claro que el miedo es el afecto principal al que aspira la dominación despótica. Fíjate que La Divina Comedia de Dante Alighieri, que es una crítica encubierta al despotismo medieval y renacentista, empieza con una alusión, en tercetos alternados, del miedo:
Nel mezzo del cammin di nostra vita
mi ritrovai per una selva oscura,
que la diritta via era smarrita.
¡Ah, quanto a dir qual era è cosa dura
esta selva selvaggia e aspra e forte,
che en el pensier rinova la paura !
Que tradujo así, ese presidente argentino de 1862 que se oponía al tirano Rosas y que, no ha sido superado en español (copio de mi vieja edición de la editorial Tor, ¡ah, que nostalgia!):
En medio del camino de la vida,
errante me encontré por selva oscura,
en que la recta vía era perdida.
¡Ay, que decir lo que era, es cosa dura,
esta selva salvaje, áspera y fuerte,
que en la mente renueva la pavura!
Aquí la coincidencia con tu artículo es completa: Selva oscura, vida y vida perdida por el pavor que resiente la mente, que acalla el pensiero, el pensamiento, el intelecto, la idea.
Escritos como el tuyo van en la dirección de explicarnos el por qué del triunfo del nazismo y el peligro de su constante posibilidad. El nazimo, como extremo del poder despótico, sabe convertir en objeto despreciable para sí mismo, al otro degradado, kakón, del que es necesario prescindir, no sin antes hacerlo pasar por todos los grados de la infamia.
Habría que recordar a Sartre cuando señalaba que la vergüenza, otro de los avatares del temor, es el sentimiento de tener el ser afuera, dependiendo de otro ser de manera total, sin defensa alguna, en el modo del ya no ser. La vergüenza pura no como sentimiento de ser tal o cual sujeto reprensible, sino de ser un objeto degradado, dependiente, fijado en la falta en ser. De allí la necesidad de desnudar el cuerpo, en el campo de concentración y en la tortura, para para degradar y dejar sin representación posible al propio yo, en la más absoluta miseria subjetiva.
No es de extrañar que aprendices de tiranos recurran siempre a la amenaza del despojo del otro bajo la fórmula juridica de un etado de excepción. (Con Uribe era el Estado de Opinión, copia criolla de aquel, lo que se quería imponer para ir minando lentamente la poca constitucionalidad molesta y estorbosa que se opone al poder totalitario).
Los que son capaces de pensar, como lo haces, nos recuerdan, constantemente, a los más cobardes, que todos somo judios, pero más modernamente, podemos decir, todos somos palestinos y más colombianamente, todos somos desplazados. O alcohólicos, drogadictos, izquierdistas, qué se va a saber, hasta poetas...
Un abrazo,
Javier
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