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E. BOTERO T.

jueves, 23 de septiembre de 2010

NUESTROS JÓVENES: NOSOTROS MISMOS III



Quiero insistir en esto: tanto los jóvenes, como nosotros mismos, estamos avocados a resolver cómo incorporar lo placentero en nuestros proyectos de vida y dar testimonio de afrontamiento de los efectos del malestar sobre nosotros mismos y nuestra contribución a él.


No es poca cosa.  Pero creo que es mejor partir de este reconocimiento que mantenernos en la equivocada idea de que nosotros los adultos tenemos ya resuelto el asunto y que solo nos compete la preocupación por los jóvenes.

El reconocimiento implica establecer de qué modo, en la cultura de la que hacemos parte, nuestras maneras de incorporar lo placentero a los proyectos de vida, son formas de cuestionar el peso de la pulsión de muerte que también nos habita o, si por el contrario, ellas mismas ratifican la primacía de esa pulsión de muerte.

Al establecer, por ejemplo, que lo placentero está relacionado con el consumo, jóvenes y adultos terminamos por ratificar la vocación de avasallamiento que facilita el camino del sometimiento y la subordinación a un sistema que se satisface a sí mismo por la vía de multiplicar atrapados.  Nuestro acto será delegación voluntaria.

Al establecer que lo placentero derive fundamentalmente de la transgresión de todo valor, jóvenes y  adultos terminamos por ratificar nuestra servidumbre a la culpa como ideal supremo.  Nuestro acto será ratificación voluntaria al respectivo dios que decrete la culpa.

Al establecer que lo placentero provenga esencialmente de la consecución de nuestro poderío sobre los demás y, por tanto, de la satisfacción que nos produzca conseguir su atemorizada obediencia, jóvenes y adultos terminamos por contribuir a la repetición del circuito desde el cual se decreta como obligatorios tanto el consumo como la voluntad de placer a partir de la transgresión.  Nuestro acto será expresión de la convicción personal que nos tienta a confundirnos con cualquiera de los dioses que en el mundo existen.

Jóvenes y adultos estamos obligados a plantearnos todo esto, al tiempo, partiendo de la premisa de que vida hay una sola y que a cada quien concierne qué desea hacer con ella.

Santiago de Cali, septiembre 23 de 2010

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