POR OSCAR ESPINOSA RESTREPO
Comentarios a propósito de una portada de la revista Time
Hay manifestaciones, períodos, sectarismos religiosos que parecen decidir por la afirmativa ese crucial cuestionamiento, sobre todo en lo que se refiere a los tres grandes y extendidos monoteísmos: judío, cristiano y musulmán. Los terribles castigos aplicados a las mujeres por sus faltas reales o supuestas siguiendo principios basados en los textos sagrados de esas religiones tienen un fundamento en el antiguo testamento, en el cual se decreta la incineración en vida o la lapidación para las mujeres que ejerzan su sexualidad independientemente del deber conyugal y la misión reproductora que les ha sido asignada desde la visión masculina inspiradora de tales escrituras.
Sin embargo, Jesús se rebeló contra tales prácticas en el conocido episodio de la proyectada lapidación de María Magdalena. El cristianismo primitivo siguiendo sus enseñanzas promovió un gran revolución ética en el terreno de la sexualidad y el matrimonio: estableció la libre elección por amor como fundamento de la unión del hombre y la mujer, hasta el punto de considerarla nula si el amor desaparecía, o si el matrimonio era resultado de una imposición forzada. No obstante al convertirse en religión oficial de la Europa medieval, retrocedió enormemente en ese campo y la Sagrada Inquisición llegó a ser durante centurias uno de los más grandes azotes padecido por las mujeres durante su predominio. Hay quien calcula en unos seis millones de mujeres quemadas vivas, con cualquier pretexto calificado de hechicería, entre los siglos XII y XVII a lo largo y ancho de todo el continente.
Con el Islamismo ha pasado por el contrario algo muy curioso : es ahora cuando se revela con mayor ferocidad el fanatismo misógino, tal como lo muestran la portada y los artículos de la revista Time No 6 del 2010. Ahí vemos y leemos como a Aisha, joven mujer afgana de 18 años, le fueron cercenadas las orejas y la nariz por el marido, autorizado por un comandante talibán ejerciendo como juez, por el grave delito de haber escapado del maltrato del hombre y de la esclavización a la que la sometía la familia del bárbaro consorte. Fue enseguida abandonada en el sitio con peligro de morir de hemorragia, de lo cual la salvó casualmente una patrulla militar. Y esto nos remite a una serie de consideraciones para tratar de resolver la pregunta inicial.
Cuando una religión se convierte en teocracia es cuando el Dios, en cuyo nombre se constituye, asume esa representación de misoginia vengativamente y cruelmente feminicida. La vida de las mujeres afganas no era tan terrible antes de que Brezhnev cometiera el error militar y político de invadir a Afganistán en respaldo de un gobierno aliado que estaba enfrentando una gran resistencia debido a que el pueblo no aceptaba esa intromisión soviética. El gobierno norteamericano quiso aprovechar la ocasión y la CIA armó fuertemente dicha resistencia encabezada por esos estudiantes de islamismo llamados talibanes. Con ese apoyo llegaron al poder y comenzó el calvario para las mujeres a las cuales comenzaron a aplicarles reglamentaciones que ni siquiera están en El Corán. Algo parecido aunque con distinto desarrollo sucedió en Irán. Mosadegh un líder nacionalista y demócrata fundó una república liberal civilista, pero nacionalizó el petróleo y la CIA al servicio de la multinacionales petroleras lo derribó y reimplantó la dictadura del Sha, sus abusos sirvieron de alimento a la rebelión shiita, los ayatholas lograron tomar el poder y establecer la temible teocracia islámica que hoy llena de miedo a Occidente y arrasa con los derechos humanos y en especial de nuevo con los de las mujeres que pueden ser lapidadas o ahorcadas, hasta por darse un beso en público, como ha sucedido. Pero también los intelectuales, los artistas y hasta los niños, sobre todo los pobres, pueden ser condenados a muerte por cualquier motivo, entre ellos el de homosexualidad, o perder una mano por robarse un pan.
También en las dictaduras africanas musulmanas el poder masculino se ensaña contra las mujeres y las niñas (sometidas a la amputación del clítoris), o los hombres del común por delitos comunes, comunes entre los pobres.
Entonces, es el poder masculino arbitrario, revestido de omnipotencia religiosa el que tiene que sembrar el terror misógino combinado con el terror político. Sólo Freud puede darnos una explicación, más allá de la política, de esas oscuras y tenebrosas relaciones entre poder y misoginia. Él descubrió la aterradora angustia inconsciente que sobrecoge a los varones cuando el narcisismo fálico infantil se ve amenazado por el descubrimiento de la diferencia de los sexos, la existencia de un sexo sin pene como atributo fálico desequilibra una identidad basada en el bendito (lo digo con intención) atributo. La relación con ese sexo se torna desconfiada en el mejor de los casos y agresiva en el peor. Si esos hombres se ven empoderados por las armas, por el dinero o por el derecho a gobernar a sus congéneres desde las instituciones inventadas por ellos necesitan un control total sobre las portadoras del sexo que para ellos representa la castración posible. El trono y el altar quedan en peligro dice Freud y la violencia machista emerge como defensa, ya sea en las relaciones interpersonales privadas o en las relaciones sociales y las legislaciones misóginas se encargan de justificar la violencia, como en el caso de Aisha, o en el de tantas mujeres amenazadas de lapidación en el mundo musulmán, o de los miles de niñas africanas que se ven sometidas a la extirpación del clítoris (también en una de nuestras tribus se practica ante la indiferencia de autoridades que creen respetar así una identidad cultural).
Ahora bien, sin la complicidad de las mismas mujeres eso no sería posible. A Aisha la esclavizaba y golpeaba su suegra, las matronas son las encargadas de la amputación clitoridiana de las recién nacidas, como consecuencia de la cual muchas mueren por hemorragia o por la infección subsiguiente. Esas mujeres, esas madres, esas matronas han interiorizado la misoginia, ellas mismas odian su sexo, se identifican con el agresor, en ellas ha triunfado la política del terror y le prestan su mano ejecutora o se dedican a alimentar el machismo de sus hijos varones, futuros maltratadotes misóginos, mediante la crianza basada en el culto fálico. No es la cantidad sino la calidad del cuidado que le dan a esos hijos la que hace la diferencia con la hijas, no los quieren más (de hecho los condenan a una existencia miserable y sin amor de verdad), los quieren distinto, de una manera que alimenta el narcisismo fálico infantil que va a dar sus frutos a posteriori.
Pero todo eso se refleja también, sin la violencia física, en el lenguaje, en los chistes, en cierta literatura, en cierta ciencia y hasta en cierto arte. Alejandro Dumas hijo, después de la Dama de las Camelias, escribió novelas de claro tinte machista, y hasta la muerte misma que le reserva a la Dama su novela es como un castigo por su libertad sexual, por algo se puede decir que a esa Dama es Verdi quien le da el estilo con su ópera La Traviata. La Sonata a Kreutzer de Tolstoy es también algo de una gran calidad literaria y al mismo tiempo reflejo de una ideología machista uxoricida. Sería largo citarlo todo pero no paso la suerte que se reserva en muchas óperas, por otra parte musicalmente maravillosas, a las protagonistas, valgan Carmen y Desdémona como ejemplos.
En otras palabras, muy populares por cierto, y me excuso por usarlas, cuando se quiere alabar la valentía, el coraje, la virilidad en resumen, de un hombre se dice que “tiene cojones”, cuando en verdad se debería decir que esos atributos más bien se adquieren cuando se pierde le miedo de perderlos. Un hombre es hombre y puede entonces amar a las mujeres cuando ha superado la angustia de castración, ese Dragón que requiere un San Jorge que lo mate para salvar y acceder a la doncella.
Oscar Espinosa Restrepo
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