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E. BOTERO T.

domingo, 19 de septiembre de 2010

PSICOANALISIS EN EXTENSIÓN IV -DESPLAZAMIENTO O EXTERMINIO

Claves indiciarias para iniciar un proceso de averiguación


ADVERTENCIA

Se esperaría que un psicoanalista definiera sus objetos de estudio y de análisis en función del trabajo que lleva a cabo en la consulta particular o en los grupos de estudio o de presentación de casos. Todavía se escuchan reparos a que se involucre en discusiones que parecieran gozar del dominio exclusivo de otros como filósofos, sociólogos, expertos en derechos humanos, antropólogos, abogados, etc. Dichos reparos acostumbran adjudicar al psicoanálisis la intención de extender a lo social lo que exclusivamente ha construido en el orden de lo individual, cuando no a lo público lo que proviene del ámbito de lo privado. Se esperaría, además, que no "robara" términos de otras disciplinas para realizar su ejercicio de pensamiento ("claves indiciarias" parece ser más una expresión de la abogacía que del psicoanálisis).
No obstante tales reparos suelen carecer del rigor mismo que los que los formulan le adjudican a los psicoanalistas que actúan de la manera que es criticada. Efectivamente, que un psicoanalista proceda del modo que es criticado es tan superficial como considerar que los psicoanalistas que han tomado entre sus objetos de reflexión la vida del hombre en relación con los demás, lo único que han hecho sea eso: extender conclusiones de lo privado a lo público o de lo individual a lo social. Si esta dialéctica en algún momento del proceso de confrontación de las ideas tuvo lugar, fue justamente cuando la objetividad sentaba sus reales. Para decirlo en términos de una filósofa feminista colombiana: "La relación sujeto-objeto que ha valorado la filosofía está basada en una idea del ser, de sujeto cognoscente y de mundo dado; esta imagen representativa ha estado presente y ha itinerado en el pensamiento occidental sesgando las proposiciones de verdad a un lado o al otro, y asignando la prioridad ya al sujeto ya al objeto según se trate del idealismo o el materialismo".1
Advertiré entonces pertinente esta intromisión para efectos de atemperar pasiones que aun distraen el conglomerado académico de la nación con polémicas que remiten al absurdo de considerar a la realidad como susceptible de dominio por parte de una sola o de un grupo exclusivo de disciplinas. Solicito el respectivo permiso para referirme a un asunto de lo social que, en apariencia, muy poco tiene que ver con "el psicoanálisis" aunque la relación de fondo que exista deberá ser objeto de otro ensayo posterior a este.
INTENCIÓN

En este ensayo me propongo iniciar un proceso de averiguación. Me propongo averiguar si el actual fenómeno denominado de desplazamiento representa la instalación en una temporalidad cuyo destino ulterior sea el retorno, la reubicación o la desaparición. ¿Estamos ante un fenómeno que representa una de las más terribles consecuencias del accionar de unos guerreros dispuestos a servirle al mejor postor, en la mayoría de los casos, los intereses que lideran macroproyectos y que requieren de la imposición de la posesión sobre la tierra a como de lugar y al menor costo posible? ¿O, acaso, si a la eficacia de los guerreros sumamos la que aparenta ser deliberada ineficacia del Estado para resolver los problemas de los desplazados, estamos más bien frente a un fenómeno de exterminio?
Considero que hasta la fecha nos hemos movido en el orden de la primera de las opciones mencionadas. Todos aquellos que de una u otra manera hemos participado de acciones tendientes a acompañar a los afectados por la expropiación, el desalojo y la expulsión, nos hemos mantenido aferrados a la idea de que se trata de una alteración producida sobre un mundo dado; tanto es así que ese objetivo al que solemos apelar y que denominamos reconstrucción del tejido social, atraviesa todos los presupuestos conceptuales y prácticos sobre los cuales basamos nuestra intervención. Con todo y que la pregunta acerca de qué tanto el tejido social mismo hubiese contribuido a la eficacia de los guerreros bien puede estimular investigaciones interesantes y de inequívoca propuesta de dar saltos cualitativos en la comprensión del conflicto que nos afecta, con todo y eso, perseveramos en la idea de que es posible reconstruir aquello que antes hacía red (tejido) social.
Pero, siendo la muerte, o por lo menos la amenaza, la que en buena parte propicia el desplazamiento, ¿cómo es que ese interrogante acerca de la reconstrucción del tejido social, niega que la paz que se busca pueda llegar a ser la paz que se respira en los cementerios?
ELEMENTOS DE COYUNTURA

Los últimos ocho días (me refiero a los que van del 4 al 11 de julio de 2001) en nuestro país arrojan elementos que, a mi parecer, operan como claves indiciarias de la existencia de una pasión por la muerte que se manifiesta a través de acciones y omisiones que perturban cualquier buena conciencia del más positivo de los ciudadanos de nuestro país. Hasta el más creyente practicante de aeróbicos espirituales está en condiciones de presumir que algo más allá de la realidad dada y sabida, se cuece en torno a los sucesos que han transcurrido en estos últimos ocho días.
Los últimos ocho días no constituyen un tramo arbitrariamente elegido. El significante amenaza de muerte los habita y copa. Hace ocho días un grupo de autodefensas dio un plazo de una semana a los pobladores de Peque en Antioquia, para desalojar el pueblo so pena de proceder a una masacre. Entonces:
- las autoridades departamentales apenas sí pudieron denunciar la amenaza
- las autoridades municipales apenas sí pudieron solicitar auxilio a través de los medios de prensa y radio
- los medios titulaban así, durante la semana: corre la cuenta regresiva que las autodefensas le han puesto a los habitantes de Peque
- las autoridades policiales, rogaron comprensión a los pobladores amenazados a la par que destinaron miles de agentes a cuidar la seguridad de una Copa América denominada de la Paz
- Las autoridades gubernamentales nacionales guardaron singular silencio, en contraste con la locuacidad que mostraban acerca de la copa América
- Los organismos internacionales de asistencia humanitaria clamaron porque su presencia no había sido solicitada por las autodefensas
- Las autodefensas comenzaron a operar como guardia penitenciaria
- Se llevó a cabo la primera masacre (11 campesinos) y las primeras desapariciones (20 hasta la fecha), en la población rural y urbana de Peque
- La reina de Jordania discretamente visitó al país, se reunió con los afectados por las minas antipersonales, con los dirigentes de las FARC en San Vicente del Caguán y, más discretamente aún, con el presidente electo del Perú, Armando Toledo en Cartagena (Jordania fue el país en que Fujimori y Montesinos compraron oficialmente las armas que más tarde llegarían a poder de las FARC…)
- La boleta fiscal tuvo un comienzo de eficiencia estatal altamente contrastante con las políticas de asistencia los desplazados, a los amenazados de muerte y a los pobres de este país.
Menciono apenas una parte de la cantidad de acontecimientos que coparon esta semana que pasó, todos ellos alrededor del acontecimiento más grave de todos: el ingreso a la lógica del espectáculo de la crónica de una muerte anunciada contra la totalidad de una población de colombianos y propiciada por la combinatoria criminal de la acción de los guerreros y la omisión en lo referente a la protección de unas autoridades que están obligadas por esa constitución que, al parecer, solamente sirve para convocar a unos constituyentes a manteles después de diez años de haberla redactado.
ELEMENTOS HISTÓRICOS

La información acerca de la situación de los desplazados en el Centro y Norte del Valle del Cauca no es muy completa. Baste señalar, apenas, la situación en que se encuentran los desplazados que han sido instalados en el coliseo deportivo en la ciudad de Buga, a donde la asistencia estatal se ha configurado como poseedora exclusiva de la colección más siniestra de ineficiencia, inefectividad e ineficacia (esos tres magnánimos mandamientos de la administración de las empresas públicas y privadas). Un diagnóstico sanitario practicado con los pobladores que se congregaron en lo que eufemísticamente se denominó Albergue, sus resultados sirven para que las actuales autoridades se amparen en el mismo para justificar su desalojo y posterior envío a unas bodegas del Idema en las cuales la población de roedores es significativamente más alta que la que el diagnóstico sanitario del "albergue" arrojó. Aquello que les fuera propuesto como herramienta del saber necesaria para definir programas y acciones de atención en salud, se convirtió en justificación para provocar una segunda expulsión, esta vez no bajo la amenaza de las armas sino de la cárcel para los renuentes y resistentes.
La suspensión de la realización de una promesa de adjudicación de tierras, que estos pobladores escucharon hace ya dos largos años cuando se produjo su desplazamiento forzado, ha sido eficazmente mantenida a lo largo de todo ese tiempo y, mientras tanto, funcionarios de una u otra sección del estado se acusan mutuamente de contribuir al incumplimiento de dicha promesa.
La asistencia sanitaria prometida a través de hospitales adscritos al estado en tanto que empresas sociales del mismo, se ha visto suspendida totalmente en tanto que sus directores alegan no haber recibido el pago prometido por la Secretaría de Salud Departamental.
Entonces uno se pregunta, inevitablemente, si esta eficiencia en la desatención estatal, constituye o no una verdadera política práctica destinada a obtener un único resultado, cual es el del exterminio.
Hace cincuenta años, los pobladores del Valle del Cauca, fueron expulsados por el desarrollo del capitalismo a través de los ingenios azucareros, hacia la cordillera central. Hoy, medio siglo después, son expulsados de los territorios que se vieron forzados a colonizar en ese entonces. Para arriba solo queda el firmamento o, si se quiere, el cielo y este, sabemos, cree en el misterio de la propiedad privada con la misma fe en que cree en el misterio de la trinidad. Para abajo, está un Valle cuya propiedad se encuentra desde hace más de medio siglo monopolizada por los expulsores de entonces.
Al tenor de esta situación, ¿estamos apenas ante un fenómeno de desplazamiento o, en la primera fase de un fenómeno de gravedad aun mayor, como es el exterminio?
A ojos vistas de unas autoridades que cada vez dan muestra del proceso de deserción de sus funciones, compitiendo con las ONG's: "Las fuerzas encargadas de la seguridad ciudadana ahora se dedicaron a competir con las ONG de derechos humanos por las cifras y los indicadores que dan cuenta de nuestra tragedia cotidiana".2
ELEMENTOS INTERNACIONALES
"La mayoría de informes de los medios acerca del genocidio de 1994 en Ruanda enfatizaron el uso de las armas tradicionales -cachiporras, navajas, machetes- por bandas asesinas de extremistas Hutu. Un millón de Tutsis y de Hutus moderados perecieron, muchos de ellos mujeres y niños. Para los forasteros, era como si el pueblo de Ruanda hubiera sido presa de un violento frenesí, con implementos comunes de granja como sus instrumentos predilectos de exterminio.
"Pero esta no es toda la historia. Antes de que empezara la matanza, el gobierno dominado por los Hutu había distribuido rifles automáticos y granadas de mano entre las milicias oficiales y las bandas paramilitares. Fue este armamento el que hizo posible el genocidio. Los miembros de la milicia aterrorizaron a sus víctimas con armas de fuego y granadas en tanto que los acorralaron para una masacre sistemática con machetes y cuchillos. El uso asesino de herramientas de trabajo puede haber parecido una aberración medieval, pero las armas y las bandas paramilitares que facilitaron el genocidio eran muy modernas"3.
Lo que los autores de lo anterior mencionan, demuestra que ya existe un antecedente que señala el uso de armas de fuego como anticipación del uso de herramientas de trabajo o pequeñas armas cortopunzantes para llevar a cabo un genocidio.
¿Cómo ignorar el hecho de que en Colombia, la violencia doméstica y la basada en la tramitación del narcisismo de las pequeñas diferencias, progresivamente evolucionan hacia relaciones con la violencia justificada políticamente, en una relación de doble vía, en la cual la lumpenización de vastos sectores de los guerreros políticos es un hecho, y la búsqueda del estatuto de organización política es practicada por sectores armados del lumpen?
En esta perspectiva, la corrupción de la autoridad, simplemente se corresponde con lo que es un fenómeno de violencia en el cual "la anarquía no es ya simplemente una parte de la guerra: es la guerra"4.. En el Estado o a su lado (para quiere decir, al lado de…), la apelación a justificar el trámite violento de todo conflicto es argumentación propia de las organizaciones sociales pretotémicas otro de cuyos indicios lo representa la degradación en el trato entre las personas. La barbarie es consecuencia directa de una característica del capitalismo ya señalada por Marx cuando destacaba el contraste entre la rigurosidad disciplinaria de la producción de mercancías y el asalvajamiento absoluto en el intercambio.
Ese asalvajamiento es al que estamos progresivamente asistiendo. Escribir aquí la expresión sin que nadie haga nada por impedirlo, sería creer que el remedio al asunto depende de alguna voluntad capaz de imponerse sobre la de los demás, o, lo que es peor, clamar por la existencia de cualquier dictador capaz de cometer toda clase de tropelías a nombre de buscar la armonía y terminar sus últimos días clamando por ser considerado demente para hacerse el loco en lo que respecta a su responsabilidad en los genocidios que encabezara.
CONSIDERACIONES ANTEPENÚLTIMAS

Esto que, irresponsablemente (admito), he tratado de incluir en este proceso de averiguación y que he denominado "claves indiciarias", deseo ponerlo a consideración de los lectores de esta revista. Si las mismas que he mencionado se ven enriquecidas por otras que mi inconsciente haya elegido no citar, desearía recibirlas en la conciencia para efectos de avanzar en el proceso de averiguación del que este ensayo apenas constituye un inicio.
No dudo que la perspectiva planteada aquí en lugar de servir como argumento para mejorar la sensación producida por el desamparo y en la que progresivamente vamos ingresando algunos mientras que otros parecen defenderse de la misma apelando al entusiasmo vacío(descomponerse anímicamente por lo que suceda con un negocio privado como lo es la Copa América), propiciará mayor desazón y desasosiego. Pero los elementos que he traído a colación para sustentar la validez de una disyuntiva formulada a través de dos preguntas electivas (¿Estamos ante un fenómeno que representa una de las más terribles consecuencias del accionar de unos guerreros dispuestos a servirle al mejor postor, en la mayoría de los casos, los intereses que lideran macroproyectos y que requieren de la imposición de la posesión sobre la tierra a como de lugar y al menor costo posible? ¿O, acaso, si a la eficacia de los guerreros sumamos la que aparenta ser deliberada ineficacia del Estado para resolver los problemas de los desplazados, estamos más bien frente a un fenómeno de exterminio?), me parece que deben ser leídos de tal manera que esa lectura arroje elementos de juicio y de acción necesarios para redefinir políticas y programas de atención dirigidas a poblaciones que no es lo mismo considerar como víctimas temporales de un problema que como objetos de un exterminio sistemático.
Debo recordar que este ensayo es escrito mientras las noticias acerca de la Copa América van haciéndonos desconocer más lo que está sucediendo con una población conminada a abandonar su territorio bajo amenaza de muerte. Un balón de fútbol que rueda para majorem gloriam de Cocacola, Mastercard y Traffic, es capaz de tornar invisible, habitante que ingresa al mundo de lo real, la tragedia de Peque que es la tragedia de todo el pueblo colombiano.
En lo que a mi trabajo de asesor en programas de atención psicosocial, ¿tiene implicaciones todo lo anterior? Creo que sí y que bastante. Por lo pronto, este ensayo mismo, hace parte del modo de proceder que considero indispensable mantener activo mientras realizo mi trabajo como asesor. No puedo asumirlo entonces sino como un producto de ese trabajo. Ahora bien, el producto puede representar un nivel de construcción de la realidad o constituir un pensamiento situado al lado del que debería ser el pensamiento correcto, en tal caso estaría ante una paranoización.
Apelo entonces a la bondad de los diagnosticadores por oficio quienes tendrán aquí razones para argumentar a favor de la segunda de las situaciones mencionadas. Pero, en caso de que así procedan y concluyan que este ensayo es un buen ejemplo de paranoia, deberán probar que los acontecimientos alrededor de los cuales se ha producido este ejercicio de meditación reflexiva, han sido incorrectamente interpretados y que el juicio de realidad en este caso es proyección de una realidad psíquica poblada de exterminio, de armas cortopunzantes y de perversión negada y proyectada. En el eventual caso de que su bondad me exima de un diagnóstico tan atroz e incapacitante -como es el de paranoia- y opten por evidenciar la existencia de una complicación del trastorno por estrés postraumático, esta vez afectando más al juicio que al afecto, tampoco sabré agradecérselo.
Pero, más allá de esta hipotética afectación por parte de una psiquiatría política parecida a esa que se estilaba durante el stalinismo para excluir de la comunidad intelectual a los disidentes ideológicos y políticos, lo cierto es que la propensión a perpetuar la no solución de los problemas de unos desplazados que ya no tienen a dónde más ir para sobrevivir haciendo aquello que saben hacer (cultivar la tierra, cuidar el ganado, el amor en privado, divertirse en público, etc.), es la mayor clave indiciaria de que lo que se perfila como futuro para ellos es el exterminio.
Y acompañar psicosocialmente al que está temporalmente afectado por una situación que prometía ser termporal, debe ser diferente a acompañar psicosocialmente a quien está destinado al exterminio. Como los psicoanalistas nada sabemos acerca del sacramento de la extremaunción, debemos preguntarnos obligatoriamente qué entendemos por acompañamiento psicosocial de quien va a ser exterminado desde la puntería de los guerreros en connivencia estrecha con funcionarios cuya misión parece ser la de no actuar para impedir la acción de aquellos.
Llegar con propuestas que no alcanzan a cumplir con los mínimos requisitos de una terapia ocupacional organizada, colocar a los pobladores a practicar esotéricos ejercicios de armonización con la energía cósmica que los habita, trasladar el encuadre analítico del consultorio a poblaciones cuya urgencia reclama techo, comida, salud y seguridad, embelesarnos repitiendo la monserga de talleres de sensibilización y socialización de experiencias puntuales como si se tratara de panaceas, desestimar con la sobreimposición de nuestras concepciones la palabra y la acción de los pobladores -verdadera manera de practicar una sordera con oídos abiertos-, descalificar procederes de reflexión sistemática acerca de las tendencias que se avisoran en el comportamiento del Estado y de los particulares con respecto a la matanza, la expropiación y la expulsión de un número cada vez mayor de habitantes de territorios ocupados por ellos desde tiempos inmemoriales (como en el caso de los indígenas), negar y denegar sistemáticamente la pulsión de muerte que parece granjearse cada vez mayor simpatía dentro de los pobladores del territorio nacional y que se expresa en su negativa a organizarse autónomamente y a hacer valer sus derechos por la vía de demandar acciones de cumplimiento, ignorar la progresiva confluencia de doble vía entre la rebelión y la lumpenización, guardar silencio deliberadamente todo por no quedar mal ante la comunidad internacional, callar acerca de la negativa deliberada y sistemática del estado por desatender a pobladores que hoy son desplazados justamente porque ese estado se hizo el de la vista gorda cuando se producía el desplazamiento forzado… todo esto configura la colección de concepciones y de procedimientos que formulo como última clave indiciaria que señala la entronización del exterminio como política en acción.
CONSIDERACIONES AHORA SI FINALES

Deberemos reformular varias cosas. En primer lugar, los diagnósticos, sobre todo los llamados situacionales. Los que una vez sirvieran para propiciar información objetiva de lo que sucedía con los pobladores, resultan ahora insuficientes. Es urgente proceder a añadir otra clase de diagnósticos, aquellos que apunten a explicar el por qué de las dificultades para superar la multiplicación de las consecuencias que configuran la siniestralidad de nuestro presente y nuestra participación en la potencia de esas dificultades.Esto implica ir más allá de preguntarse si hay o no voluntad política por parte de los funcionarios del estado para resolver los problemas cruciales de las poblaciones afectadas por la guerra. Basta comparar cuáles acciones gubernamentales son de automático cumplimiento y ejecución y se traducen en intervenciones ejecutivas de imposible reversa, con aquellas que descansan en la muelle retórica de las promesas que sistemáticamente se incumplen.
Pero implica algo más, preguntarnos de qué manera contribuímos todos a que ciertas políticas estatales sean eficaces y de qué manera contribuímos todos a que aquellas destinadas a proteger nuestros derechos fracasen de la manera que todos conocemos.
Se trata de mantener clara la idea de la responsabilidad del responsable, pero, simultáneamente de introducir en la concepción acerca de la responsabilidad, la contribución del afectado en la eficacia de la acción del responsable.
Tal vez en este punto sea necesario retomar los análisis que realizaba un Antonio Gramsci, con respecto del Estado. Pero también los ensayos (lastimosamente no tengo la referencia exacta, pero debo recordar que estoy en los inicios, apenas, de una averiguación) de un Italo Calvino acerca de la corrupción y sus efectos sobre la sociedad italiana, brillante manera de entender cómo en una sociedad civilizada es al hampón al que le toca esconderse, mientras que en una corrupta es al ciudadano honrado al que le toca no dar papaya*. O los ensayos de un Hans Magnus Enzesberger (cf: Perspectivas de Guerra Civil, Anagrama, 1993).
Debemos asumir todas las consecuencias de esto: colocarnos en el lugar del objeto de nuestra intervención, sabernos herramientas capaces de propiciar nuevas maneras de comprender los problemas en los cuales estamos directamente inmersos. A los profesionales de Salud Mental debo recordarles que nuestra acción no se asemeja a la de los salubristas mentales de los Estados Unidos cuando estos atendían a los soldados provenientes de Viet Nam o de la Guerra del Golfo Pérsico en los cómodos consultorios de la seguridad social norteamericana y a distancia gigantesca del lugar del conflicto. Esta diferencia nos obliga a repensar las concepciones que acríticamente tendemos a reproducir tomadas de una experiencia que se realiza de un modo totalmente diferente a lo que nos sucede a nosotros. Amén de que algo va de las reacciones emocionales de una víctima de violación en una calle cualquiera de Los Angeles o de Nueva York, a las reacciones emocionales de poblaciones destinadas al exterminio. Tal vez el conocimiento de la experiencia de los psiquiatras ingleses5, experiencia realizada durante la ocurrencia de la guerra misma y en la cual estaban implicados estos profesionales directamente, arroje elementos de juicio útiles para pensar una práctica, recordando que en lo que respecta a "pensar una práctica (esto) no consiste en calcular sus efectos, sino (en) reconocer en qué historias se encuentra enredada, qué mito la funda"6.
Debemos entonces diseñar formas de establecer de qué manera nuestro proceder efectivamente enfrenta la política de exterminio que se practica con los pobladores (y en últimas con nosotros mismos) o de qué manera contribuye a la eficacia de tal política contra ellos/nosotros. ¿Cómo se llama esto? Lo ignoro, pero es preciso dejar de considerarnos situados en el lugar de la experticia y pasar a concebirnos afectados por el problema que deseamos superar. De nada nos habrá servido el paso por una Universidad si en esta nos contentamos con hacer la tarea que puso el profesor y terminar pensando como creímos que pensaba el profesor para pasar el examen y obtener el diploma. Igualmente si apetecíamos desde el facilismo aprender lo que decían los manuales (que generalmente son escritos para facilitar el conocimiento técnico pero terriblemente estorbosos para estimular el pensamiento crítico). No existe manual capaz de decirnos cómo debemos proceder en una realidad cuya complejidad no es apenas una faceta sino su razón misma de ser. Aquí será obligatorio apelar a la creatividad, a la imaginación, a los sueños, al desciframiento de los determinismos que nos guían, al atrevimiento.
Cualquiera que revise la página en internet de desplazados en Colombia, podrá hacer un simple ejercicio de revisión: la mayor parte de los artículos se refieren a diagnósticos situacionales, a modelos de encuesta para majorem gloriam de los organismos internacionales, y solamente unos cuantos tienen el atrevimiento de describir experiencias de trabajo y muchos menos de establecer las historias en que se encuentran enredadas las prácticas, los mitos sobre las cuales son fundadas, los desaciertos, los fracasos…
Tratar de llevar a cabo esta verdadera exigencia ética:"… al abandonar el mundo de los hechos, a saber, lo que se debe producir en una situación dada, en coherencia con las categorías existentes, el sujeto, frente a lo imprevisible, lo azaroso, el acontecimiento, al borde del vacío, debe poder ubicarse como operador de una decisión, de una elección desgarradora, porque es tomada en ausencia de una saber previo"7.
Efectivamente, porque estamos ante lo imprevisible, es más, ante la repetición de que lo impensable se revela una vez más posible (como dijera Paul Valery después de ocurrida la Primera Guerra Mundial: "… ahora que lo impensable se ha revelado posible"), por ello es necesario ubicarnos como operadores de elecciones y decisiones siempre menos desgarradoras que sentarnos a esperar la puñalada o el balazo. Nosotros, también, ahora sabemos que como civilización somos mortales. Imperios poderosos han desparecido de la faz de tierra y el último ejemplo de que ello es posible lo revela la extinta Unión Soviética. Nada nos asegura que nuestro país no vaya a terminar afectado por una fragmentación. Ya se observan pasos liderados por algunos gobernadores del sur para organizarse como República. A lo que nos enfrentamos y que resulta más peligroso que la guerra misma, es a esa parte de nosotros que continúa anclada a modos de ver la realidad como si esta se pareciera a lo que nuestros métodos construyen. Más peligroso que la guerra misma por cuanto esta deriva su pervivencia en buena medida del aporte que esos métodos le hacen. Debemos atrevernos a asumir la ausencia de un saber previo como el mejor instrumento que nos guíe en medio de la complejidad de un conflicto como el que nos afecta y, al que de este modo, en parte, podemos afectar.
En tanto que sujetos, estamos atados (sujetos) al determinismo que solemos negar para atribuir a la apariencia de estar bien el cometido de emblema. La máscara es de papel, el viento cada vez viene más salado. En el mundo hemos sido proscritos y los letreros de "WELCOME", escasean cada vez más para los colombianos. Estamos obligados, entonces, a vivir en paz entre nosotros mismos. No hay más de otra. Salvo que deseemos hacer parte (en un bando o en otro) del exterminio.
ENVÍO

A quienes desprevenidamente quieren, al leer en un ensayo, no la fórmula definitiva que los apaciente sino el motivo que los incite a pensar y a criticar o bien lo leído o bien a partir de lo leído.
A quienes permanecen quietos, esperando un redentor omnipotente y omnisciente que los salve de la inmersión en una angustia paralizante e incapaz de propiciar su autonomía y libertad, en tanto que paso a través de la nada (Kierkegard)
A quienes creen emplear las armas para lograr la paz con o sin justicia social, ignorando que su acto actual es el preámbulo de genocidios peores y de los cuales nada les garantiza que saldrán bien librados.
MAYO, 2000

Bibliografía y Notas
1.Martha López Castaño. Individuo y subjetividad. En Nova & Vetera No. 40, septiembre de 2000, página 28.
2.Jorge Rojas Rodríguez, Desplazados: lógicas de guerra, incertidumbres de paz. En: Nova & Vetera, No. 41, Octubre-diciembre de 2000, página 76.
3.Jeffrey Boutwell y Michael T. Klare, Un azote de pequeñas armas. En : Scientific American, Junio de 2000.
4.George Musser y Sasha Nemececk, El nuevo accionar de la guerra. En: Scientific American, junio de 2000.
*He aquí una expresión a la que cada vez son más proclives las fuerzas encargadas de la seguridad de los ciudadanos: no dar papaya significa no poner esa parte de la anatomía en la cual la espalda pierde su decente nombre para así evitar ser penetrado por el agresor. Curioso lenguaje este mediante el cual el responsable de velar por la seguridad de los ciudadanos, se lava las manos: y se las lava porque las tiene sucias…
5.Jacques Lacan, La psiquiatría inglesa y la guerra, en Uno por Uno, Revista Mundial de Psicoanálisis, No. 40, 1994.
6.Laurent Cornaz, La escritura o lo trágico de la transmisión. Editorial Psicoanalítica de la Letra. A.C., 1998, México, página 19.
7.Miguel Benasayag y Edith Charlton, Crítica de la felicidad, Nueva Visión, 1992, Buenos Aires, página 86. El subrayado es mío.

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