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E. BOTERO T.

sábado, 18 de septiembre de 2010

VARIOS RELATOS CORTOS


DESENCUENTROS MATRIMONIALES

Mamá es tacaña, dijo Ralph.  Emily creyó comprenderlo, pero la sonrisa de aquel la intrigó un tanto. 

Recordó una imagen de la infancia, Ralph.  Camino al campo de aviación un aviso mostraba a un chico orinando en un lago.  Parecía pescando, era la apariencia que daba, recordaba Ralph. 

Repitió, esta vez más alegre, a Emily.  Mamá es tacaña.  Emily imaginó a la señora Dickinson guardando su dinero sigilosamente en algún entresijo de las paredes del desván. 

El matrimonio de Ralph y Emily, en sus treinta años, no había sufrido consecuencia negativa alguna derivada de ese supuesto defecto de la madre política, pensaba ella. 

A carcajadas, esta vez casi como un grito, Ralph repitió: mamá es tacaña.  Emily pensó: pobre señora Dickinson, haber perdido el respeto del bueno de Ralph. 

No le veo a eso ninguna gracia, dijo Emily. 

Y yo menos a tu estupidez, ripostó Ralph, saliendo de la habitación, dando un portazo.

Ella ha sido una mujer buena, quedó pensando Emily.  Nada nos ha faltado.  Qué malo es Ralph.


ÚTILES ESCOLARES

Cuadriculado, el pensamiento de Martín Figueroa se puso a la caza de cuanto columnista de prensa aconsejaba conseguir mejores mandatarios para el país.  De su safari intelectual quedó un álbum completo con los artículos de prensa recortados, debidamente clasificados y pegados.  Para ello utilizó un directorio telefónico viejo y el pegasteak de su hija menor.  Mientras leía cada artículo, resoplaba de furia.  Mientras lo pegaba, preparaba su contestación.  Mientras escribía la contestación, sudaba frío. Más  demoraba en terminar de escribir que en dirigirse al correo a enviar sus comentarios a los periódicos escogidos.  Después iba a comprarlos para ver si había sido publicada la carta respectiva, la suya.

Rayado terminó por quedar el pensamiento de Martín Figueroa al comprobar que ninguna de sus cartas jamás fue publicada. 

Entonces logró poner la mente en blanco.

Y fue feliz, aunque como una estatua: permanecía con su mirada perdida en la lejanía.  Ni siquiera la rila de las palomas lo sacaba de su estupor.  Casi imperceptiblemente se fue transformando, poco a poco, en árbol, y le salieron ramas, y le salieron hojas, y le salieron cogollos, y le salieron flores, y le salieron frutos que ningún pájaro dejó muestras de haber picoteado nunca.

CELESTINA

Filósofo de la sospecha, talvez Jenofonte.  Su Banquete, como el de Platón, también tiene a Sócrates por personaje principalísimo.  Sin embargo, en el del menos conocido de los dos, Sócrates expresa que anhela ser un proxeneta, traficante de prostitución dice Jenofonte que dijo Sócrates.

Porque el traficante de prostitución hace que la mujer o el hombre a quienes prostituya sean agradables a quienes traten con él. Si alguien fuera capaz de hacer personas agradables para toda la ciudad, ¿no sería este el alcahuete perfecto?  Escribe Jenofonte que preguntó Sócrates.

Yo estimo que es de ahí, de ese concepto, que los mediadores deberían ser personas dignas de confianza, de aprecio y  de amor agradecido por los habitantes de los países que sufren conflictos.


HACERSE A UN CUERPO

En el servicio de urgencias el doctor hace seguir al consultorio a una señora con su pequeña hija de dos años y medio.  Hola nena, saluda a la niña, ¿estás enfermita? La niña responde: Chi…  ¿Qué tienes? pregunta el doctor.  Estoy haciendo chichí por el popó, responde la niña.  El médico mira, intrigado, a la madre que hará las veces de traductora como si hiciera falta.


EL SEMINARIO


Como un loco, a las seis y cuarto de la mañana, el gordo Harry, seminarista de cuarto año de bachillerato, corría como alma que lleva el diablo.  Gritaba, desencajado y a medio vestir (faltaba su camisa): ¡Me lo vi! ¡Me lo vi! ¡Me lo vi!

En la oficina de asuntos espirituales el padre Murphy ordenaba su escritorio y al escuchar la estruendosa histeria del muchacho por los corredores, tomó una libreta de apuntes y a una lista de nombres agregó uno más: Harry.

FESTEJO

Urna llena de místico perfume… Gordezuelos labios róseos… Ojos claros y abisales…

El poeta admira e, inquieto con su corazón como una gelatina, le pide a las palabras que se vistan de fiesta.

Y las palabras acceden.

Y el idioma no describe sino que celebra.  Canción sin música…Temblor sin síncopa.






PRÓLOGO MOTRIZ PARA UN TEXTO CORTO


Vendrás aquí a mi estancia, revisarás rápida el entorno, escogerás la silla que tu cuerpo sabe de memoria, te sentarás, tomarás en tus manos el plato con el pocillo de café, revolverás el azúcar con la cucharilla, terminarás colocándola en el plato, tomarás el primer sorbo, harás el gesto que te enaltece y me condecora, abrirás mucho tus ojos, me mirarás verte y me dirás, otra vez, como tantas veces:

- Y ¿qué más?


RECUERDO

Como John Parker Dimitrivski, aparentemente neurasténicos, el perro de Facundo Cabral tampoco podía ver a nadie.  Ambos eran ciegos.


SILENCIO Y ELOCUENCIA

Para no perturbarla espero nunca sepa, por mi, estas palabras.  Ni de mi boca, ni por sus ojos. Toco sobre sus hombros la dureza de la roca contrastante, quizás paradójica, con su mirada blanda, con sus labios gruesos y húmedos, con su voz suave, con su sonrisa leve, con su andar grácil.

La miro y desvío mis ojos para que contemplen el piso otra vez como tantas otras.

Mi timidez no la rehúye, sí la piensa. No sé si es ella la que me obliga al trueque de su presencia por su imagen, o si es el trueque mismo el que me obliga a aquella. 

Usted ahí, enfrente, está y no sabe que, cuando la miro, alrededor mío el mundo se suspende.  Y no lo sabrá jamás no porque cosa alguna me lo prohíba: quiero conservarla exacta (por sobre todo: eximida de cualquier afecto mío), tal como es, alegre con la inocencia de quien resuelve un problema matemático de una tarea escolar. 

Porque si le hablara el mundo volvería a retumbar con su estridencia.  Prefiero conservar esa suspensión novedosa, esa cosa que se libra de ser noticia y espectáculo, esa singular y exclusiva concesión que me ha ofrecido la vida y que con nadie más, solamente con usted, puedo conseguir.

AYER Y HOY

Ocurrió en otra parte, hace más de cincuenta años.  Dachau, Auswichtz, Treblinka, son nombres que dicen poco a las nuevas generaciones.  Las nuevas generaciones…  A las mayores nos dicen mucho.  Porque en esos territorios del hambre, el oprobio  y la miseria, millones de seres humanos fueron expulsados de la condición humana.  Sin acusación formal alguna, sin juicio sumario, sin pena dosificada acorde al delito, los prisioneros de los campos de concentración nazis supieron lo que era morir en vida, quedar excluidos de la especie humana.  Antelme, Levi, Wiesel, supieron decir lo que parecía indecible porque la imaginación no habría podido crearlo. 

Hoy, en este país, unos prisioneros rehenes de fuerzas que en otros tiempos reclamaban ser tomadas por la vanguardia de la emancipación, sufren del mismo fuero excluyente, de la misma condición infame: no hay acusación formal, no ha habido juicio sumario y la duración de la pena depende de la arbitraria decisión de unos cuantos. 

Cuatro, tres, dos años… Tiempo que duraban en los campos de concentración algunos de los escritores mencionados.  Diez, doce, catorce años…duración en nuestro caso.

Otro récord fatal desde esta porción del planeta.


COMA Y CONJUNCIÓN

Llueve, saco mi cabeza por la ventana, una gota extraña me moja, me diluye, ahora que soy agua avanzo, como agua llego al pequeño arroyuelo que se ha formado en la calle, avanzo hasta el vecindario que te celebra cuando sales, cuando entras en tu casa, llego, espero que escampe, sucede que escampa, aprovecho la evaporación, gaseoso me elevo hasta donde otros climas me favorezcan para volverme otra vez líquido y ciertos vientos alcahuetes me ayuden a quedar justo encima de tu cuerpo y caigo sobre él y lo refresco  y  me tomas con el borde de tu dedo y me llevas a tu boca y tu aliento me devuelve el cuerpo que necesitamos restaurado para que el reposo bascule entre fiesta y fiesta.


TORPEZA

Como si no supieras cuánto te admirábamos te diste a repetir las mismas cosas que todos los adversarios practicaban reservándose para sí todo el cinismo necesario en estos casos.  Tuvimos arrestos para advertírtelo, pero tú, enloquecido, le construiste altares a tu parecer, avenidas de jolgorio a tus ocurrencias y no caíste en la cuenta de que de nosotros habías perdido aquella porción de corazón que te amaba.

Ayer, cuando te admirábamos, celebrábamos cada ocurrencia tuya con alegría sincera.  Hoy, cuando quieres obtener nuestra alegría y repites una ocurrencia cualquiera, nos reímos no más que por el miedo de tus feroces alardes de prepotencia y arbitrariedad. Reemplazaste la contundencia de una argumentación por el poder disuasivo del AK-47.

Es todo tan parecido a lo que le sucede al miembro de familia que ha caído en desgracia… Cuando el tío poseía fortuna, todos reíamos con él y festejábamos cada ocurrencia suya.  Ahora que ni siquiera tiene arrestos para ir a las reuniones de los anónimos, él no se da cuenta de cuánto nos aburren las mismas ocurrencias.  Pero al menos este está desarmado.



EXTRAÑEZA

Papá tuvo dieciséis hijos con cuatro mujeres, en cada una cuatro. Que había sido una suerte, nos decía. Sin embargo se ganó la lotería apostándole al 5793, serie 22, y murió al día siguiente de haberla ganado. 

Veinte procesos avanzan en los juzgados, en total cuatro, con sus respectivos abogados contratados para tal efecto, también cuatro.    No queda sino el 8 para ganar…


CIAO AMOR


Evito algo más que pasar por una esquina: treinta y dos años cumplo evitando la ciudad entera.  Nunca me despedí de ti, fui por ti despedido.  Amante sin prebenda recibí simultáneamente la expulsión del Movimiento que Hizo creer Inteligente lo que no era más que una Estupidez: el MOHIE.  Me quedé tan solo, fue tan excesivo mi dolor, que no tenía más remedio que entregarme a otro exceso: estudiar medicina. 


Cuando por estos días visité la ciudad prohibida por mi duelo, pregunté por ti a alguien que sabía tenía noticias tuyas.  Me habló que estabas muy bien: que la vida te sonreía del todo, nunca antes te había visto tan feliz.

Yo pensé entonces, concediéndome este pensamiento como bálsamo para mi pena, que si lo que escuchaba acerca de ti era verdad, yo exageraba el auto-reproche que como jaculatoria llevaba treinta y dos años haciéndome: haber acabado con tu vida. 

Y me sentí livianito y hasta me atreví a pasar por aquella esquina.  Un Aire de Tango me penetró sin fuerza.  Y canturriaba tangos mientras pasaba, despacio, por la esquina y por la cuadra.

De repente la puerta de la que todavía creía era tu casa se abrió y salí corriendo como alma en pena, qué pena.  Mientras corría, se fue organizando un pensamiento y entonces lentamente desaceleré el paso.  ¿Qué me hacía creer que tú, todavía, vivías allá? 

Me sentí nuevamente haciendo méritos para ascender en las filas del MOHIE, afortunadamente ya desaparecido.

Y regresé a la ciudad que volví mi refugio.  Y lloré aunque esta vez, te lo aseguro, menos amargamente que durante todos estos treinta y dos años, pero no puedo asegurar que fuera de felicidad.  Tampoco.

CONSEJOS ATREVIDOS

Este consejo, amigos míos, es atrevido.  Se trata de un método que ayudará a transformar nuestra condición de público pasivo en otra, de más actividad.  Se circunscribe estrictamente al ámbito de la poesía, de cuando el poeta nos entrega su obra, en público, en voz alta.  Quien haga la presentación del poeta podría valerse del siguiente texto que entrego humildemente contenido en este consejo:

“Escribió Beremundo el Lelo en su Odecilla a Pentagramatón: Escucha/ escucha el silencio que canta sin garganta.

“Y escribió el gran Luis Tejada en sus aforismos el que sigue: Me gusta el lenguaje del silencio, no tiene errores de ortografía ni de prosodia.  Es puro.

“Concedamos con firmeza y generosidad al poeta nuestro silencio seguros de que será la mejor manera de acompañarlo mientras nos habla.”

Créanme, amigos míos: yo lo hice hace muchos años, en un sitio que se llamó Café Libro, para presentar la poesía de William Ospina que aquel día agradeció elogiosamente mis palabras. Hay testigos.

LECCIÓN DE SEMIOLOGÍA MÉDICA

El buen profesor examina a su alumno de medicina, Ossa, que no logra vencer el sueño que le dejó una infame trasnochada.  Lo hace en el consultorio del dispensario de urgencias y en presencia de un paciente que yace en la camilla acostado observando la escena. 

Ossa –le pregunta el doctor: ¿por qué uno debe examinar al paciente en la camilla por su lado derecho? Ossa, además de trasnochado, guarda una profunda rabia contra todo profesor que le haga preguntas en público, sobretodo delante de su paciente.  No sé porqué, doctor. A lo   que el profesor contesta: Por la sencilla razón de que si lo examina por la izquierda yo le pongo cero.  Y ambos, paciente y profesor, sueltan una estruendosa carcajada. Ossa clama pensativamente: ¿Por qué diablos no fui carpintero?

Sus compañeros observamos la perturbación y hacemos que reímos con el profesor y con el paciente. 

Creo que fue entonces cuando el tema de la división derecha/izquierda comenzó a parecernos banal.  El riesgo de perder la materia era muy alto, implicaba retrasarnos un año más en la carrera. 

Efectivamente, en este país es muy riesgoso examinar los pacientes por la izquierda.

VIÑETA DE CUADRA

Desaparecido como han los barrios, quedan las llamadas unidades residenciales.  Nada que ver la vida de los primeros con ese juego al escondite que significa vivir en las segundas.  Yo tuve la fortuna de haber conservado la vida de cuadra, cuántas cuadras han pasado durante estos cincuenta y tantos años ya lo he olvidado.  En una de estas cuadras ocurrió este suceso que paso a contar.

La casa esquinera de los Mier, la compró una familia Godoy que venía del campo y que, según la chismografía del barrio, su jefe de hogar se había ganado la lotería hacía poco.

La casa quedaba enfrente de la de los García, familia reconocida por todos pues era donde se celebraba, año tras años, la novena de navidad. Presidente de la Junta de Acción Comunal, el señor García renovaba constantemente la fachada de su casa y remodelaba su interior también con relativa frecuencia. La chismografía del barrio decía que utilizaba los recursos de la Junta para sus fines particulares.

Lo cierto es que entre los Godoy y los García nunca hubo buen entendimiento.  Los García llamaban a los Godoy “carangas resucitadas” y los Godoy devolvían el insulto llamando a los García “corruptos”.

Unos años después llegaron al barrio unos amigos comunes a los Godoy y a los García.  Todos admirábamos los lujos de que hacían gala, los carros en que llegaban y las bambas con las que decoraban sus cuerpos, amén de las muchachas que, a veces, los acompañaban.

Los Godoy y los García hicieron negocios con esos amigos, negocios que los enriquecieron, aunque no quisieron dejar el barrio. 

Ni siquiera en los entierros se visitan entre sí y eso que han sido muchos.  Todavía se gritan unos a otros: “carangas resucitadas” y “corruptos”.  Los Godoy habían preferido hacerse evangélicos con tal de participar en las novenas de navidad de los García.

Cuando le conté esta historia a mi hija ella me preguntó que como se llamaba ese barrio.  Y yo, inocente, sin saber nada de nada porque fuera de que apenas estudié bachillerato soy apolítico, le contesté:

-      Colombia, hija querida: Barrio Colombia.


RECUERDOS

Mi madre solía cantar boleros mientras tejía en la Faisán la ropa que después mis hermanos y yo usaríamos.

De vereda a vereda/ de balcón a balcón… cantaba mientras, no sé cómo diablos lo hacía, contaba los puntos de tejido que debía cumplir. 

En un cuaderno cuadriculado, trazaba el plano de lo que después llevaría a la alianza entre la lana y la máquina.  Para repetir el proceso llevaba un carro de un lado al otro un número exacto de veces, según el trazado.

Y cantaba, todo el tiempo cantaba. 

De repente, cuando sonaba el teléfono, interrumpía tejido y canto. 

Una vez, después de contestar al teléfono, la escuché decir, casi enojada: no, si a mi me va a invitar que sea a un hotel decente… no a cualquier motel de carretera.  Eso es lo que le debes decir… 

Colgó y volvió a cantar: Yo no sé si es prohibido/ si no tiene perdón/ si me lleva al abismo/ sólo sé que es amor...

Todavía guardo conmigo el sweater vinotinto y cuello de tortuga que me hizo cuando me iba a vivir a Bogotá.  Ya no me sirve pero sí a mis hijas que todavía se ríen cuando ven una marquilla con mi nombre, en el revés de la prenda.

 




























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