Lo que intriga a Benjamín Espósito (Ricardo Darín) es la mirada que el esposo de la asesinada mostraba cuando contemplaba su retrato. Allí, en esa mirada, Espósito se hace a una historia de amor, con un contenido que la lleva a ser aquella historia de amor que él mismo no puede realizar con su jefa inmediata.
También la mirada interviende cuando, habiendo capturado al sospechoso, que intentan mostrarse como un tímido subempleado cualquiera, la abogada entra a la sala de interrogatorios, y, habiendo perdido un botón de su camisa que ha forzado un escote más pronunciado, detecta, por menos de un segundo, el cambio en la mirada del sospechoso cuando se detiene en su escote. Allí se ilumina un saber que conduce a llevar el interrogatorio prácticamente a la confesión del crimen.
Por otra parte está la argumentación de Pablo (el alcohólico compañero de trabajo de Espósito, magistralmente representado por Guillermo Francella) y que conduce a encontrar al sospechoso en el sitio más difícil de encontrar: un estadio de fútbol, con barras a reventar. Pablo argumenta que un hombre puede cambiar lo que sea: su rostro, sus hábitos, su forma de vestir, etc. Pero hay algo que jamás un hombre puede cambiar: su pasión. La del asesino es el fútbol, hincha de Racing Club de Avellaneda y esa reflexión es la que los conduce al estadio hasta que lo encuentran. La afición futbolera la han inferido de la lectura de unas cartas enviadas por el sospechoso a su madre y en las que se mencionan nombres de jugadores de fútbol del club, saber que es aportado por uno de los compañeros de borrachera de Pablo, una "biblia" del saber sobre el fútbol.
La mirada de Benjamín hacia la mujer que ama en silencio, es la de una pasión contenida...
No hay comentarios:
Publicar un comentario